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RAFAEL SIMÓN GALLARDO
RAFAEL SIMÓN GALLARDO Lunes, 20 de Noviembre de 2017

Si la gente normal se quitara sus caretas, los falsos no engañarían con sus máscaras

Oigan ustedes, nosotros, la gente normal, no queremos pensar en cosas con nos asusten y nos produzcan incertidumbre y miedo. Nosotros trabajamos y muchos odiamos el trabajo, otros no, los menos, pero a la vez,  todos tememos perder el trabajo. Trabajamos y pagamos los impuestos pensando que con esto está todo cumplido, que los que reciben nuestro dinero sabrán hacer con él lo que es debido y que eso nos favorece, en el fondo, si somos honestos con nosotros, sabemos que esto es también falso.

 

La gente como nosotros, se esconde debajo de capas y capas de máscaras y al final no nos reconocemos ni desnudos ante un espejo. Supimos quienes fuimos pero lo hemos olvidado con tanto maquillaje.

 

Tenemos un amplio surtido de máscaras superpuestas que usamos según la ocasión, somos padres, hijos, trabajadores, ciudadanos, honrados, deshonestos, concupiscentes. Aceptamos los roles con naturalidad, siempre ha sido así. También, con la misma naturalidad, aceptamos las máscaras de los demás, es una forma de exigir que nadie investigue lo que en realidad hay debajo de la nuestras, es un instinto de protección corrompido. Aceptamos las otras caretas, la de nuestra pareja, hijos, amigos, enemigos porque estas máscaras nos dicen todo con facilidad, nos ordenan la vida evitando complicaciones y malos rollos y sobre todo nos impiden pensar.

 

Es algo simplista pero a la vez eficaz, aceptamos lo que parece a primera vista sin preguntarnos nada más. Aceptamos lo que leemos en Internet sin importarnos las fuentes y les aseguro, las fuentes nunca son inocentes, informan por algo, para algo y a favor de alguien y para nada piensan en nuestro derecho a ser informados, no les quepa duda.

 

También hay colectivos que se ocultan bajo máscaras, me refiero a el colectivo Anonymous, autodenominado 'hacktivistas', es el seudónimo de un grupo de hackers que no tiene una jerarquía ni ideología definida. Esto debido a lo poco que se conoce sobre ellos y la gran cantidad de miembros que tienen alrededor del mundo les protege en sus actos justicieros.

 

Nuestros dirigentes también viven protegidos bajo sus caretas, sus ideologías, sus partidos. Pero sepan que no trabajan por nuestro bienestar, lo que persiguen es mejorar en sus pirámides de poder y en esas estructuras, nunca estuvimos la gente normal.

 

Pero imagínense que un día, encontramos a alguien que tuviera una máscara que no dice nada, incluso probablemente no sea una careta, sea un rostro sin disimulo, una cara veraz por primera vez que nos obliga a conocerla a investigarla a saber su verdad. Las cosas que parece no dicen nada, son las que lo dicen todo pero hay que aprender a interpretarlas, a leerlas. Hay que estudiarlas y analizarlas con tiempo, con reflexión, con esfuerzo y dedicación. Es mas complicado que aceptar sin más el cascarón de las cosas y de las personas pero es más interesante y satisfactorio si se consigue comprender. Una cara es tan diferente a una máscara, para empezar, un rostro no lleva escrito lo que es, de que va como le pasa a una careta.

 

Aprendamos a leer entre líneas, aprendamos a preguntarnos lo que hay debajo de las palabras, de las actitudes, de las caras, de las caretas, de los rolles,  aprendamos a mirar para terminar viendo. Marco Aurelio nos lo enseñó hace siglos, háganle caso por favor.

 

Nosotros los ciudadanos, los sensatos, pensamos que se puede espantar la locura y la mentira como hacemos con las moscas, moviendo solo las manos, que fácil.

 

Hay ocasiones que nos quitamos las máscaras, no es habitual pero sucede, el problema es que no las perdemos, las guardamos para usarlas enseguida, pensamos que sin ellas estamos desnudos e inseguros. Otros lo tienen más difícil, su careta se les ha pegado a la piel y no hay forma de separarla. No son ellos, nunca lo serán en un futuro, solo son su imagen de la cual dependen y están dispuestos a protegerlas con locura y mentiras.

 

La mentira y la locura se comunican con gestos, no necesitan hablar entre ellas, han sido compañeras de viaje tanto tiempo que se conocen a la perfección.

 

Y nosotros, los sensatos, aceptamos todas las reglas impuestas sin discusión. Bebemos en las fiestas, celebramos la navidad porque toca, cantamos los himnos que nos enseñaron sin rechistar, sin pensar y así nos va al final y desde el principio también.

 

Nosotros, la gente de bien, los sensatos, no hemos entendido el daño que nos ha causado ser tan sensatos, tan previsibles. Hemos olvidado entre tanta máscara y artificio a ser valientes. Podríamos por una vez ser algo valientes o muy valientes. Pero para eso, hay que saber que hay debajo de nuestra última máscara y arrancarla para después actuar en consecuencia. Sepan ustedes que si son valientes y entierran sus caretas verán debajo de las máscaras de los demás, es el premio por ser honestos.

 

¿Dónde llegaremos así? No lo sabemos. Nosotros, los sensatos, nunca hemos llegado tan lejos pero creo que merece la pena, ya me dirán si se atreven pero eso, eso será otra historia.

 

* Rafael Simón Gallardo es médico y cuenta cuentos inveterado...

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