La nueva diáspora

Oigan ustedes, hace unas semanas tuvimos en casa a una amiga asturiana que vive en Barcelona desde hace 40 años, sus hijos son mayores y ella está sola, somos muy buenos amigos y notamos que tiene miedo. Ella, es una mujer valiente, muy valiente que hace poco ha salido adelante de una enfermedad gorda y finalmente aceptó nuestra invitación y vino. Hablamos de muchas cosas y hoy les transcribo mis impresiones.
Me contó que los últimos 40 años en Cataluña han degradado las relaciones sociales y la mayoría de gente ha aprendido a sobrevivir en silencio, como las hemorroides y callandito que es mejor, sobre todos los charnegos aunque hablen catalán a la perfección como le pasa a ella y otros muchos catalanes de cuna que no son excluyentes ni totalitarios y se sienten españoles.
Todos estos han padecido el empobrecimiento de Cataluña y el propio, el de sus empresas, negocios sin atreverse a la queja y soñando con la Cataluña que conocieron y hoy no existe, la que les permitió mejorar, trabajar y vivir en paz. Esa Cataluña que un grupo de violentos han sepultado creando enemigos inexistentes, con chantajes, mintiendo, escribiendo listas negras de los no acólitos, adoctrinando a sus niños y a los de los demás, controlando y utilizando la prensa la radio y la televisión con propaganda totalitaria, abusando de las instituciones, de sus privilegios y del dinero de todos para culminar en una declaración ilegal de una república de Cataluña independiente en la que los únicos y grandes perjudicados son los ciudadanos.
Una batalla entre catalanes, españoles y europeos una disputa entre demócratas y golpistas fanáticos bananeros. Mi amiga, al no reconocer esta nueva Cataluña excluyente, dictadora y chabacana, ha pensado en huir, buscar un sitio más justo, marchar lejos si hace falta. Busca otra Cataluña, es una nueva diáspora. Puede volver a su Asturias patria querida pero esta también ha cambiado, sus amigos y familia o son muy mayores o han muerto. En la tele vimos juntos la manifestación en Barcelona en contra de la independencia, ella lloraba y repetía "mira cuánta gente y cuantas banderas Rafa". Yo le ofrecí que se quedara en casa.
Al final, ha decidido no dar el brazo a torcer. No quiere renunciar a su casa, a sus costumbres, a su historia y a su Barcelona tan querida. Volver a Cataluña, luchar, "No me moverán" repetía.
La acompañamos a la estación y la besé al irse. Me la quedé mirando cómo marchaba lenta arrastrando su maleta con ruedas y toda su historia y sueños a cuestas a los que que no había renunciado a pesar de las amenazas y los miedos.
Me quede en el andén perplejo, serio, deseándole lo mejor mientras que el tren serpenteaba.
Lo que pasará después, eso será otra historia y nadie la conoce.
* Rafael Simón Gallardo es médico y cuenta cuentos inveterado...


















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