El capitán heroico

Oigan ustedes, nuestro héroe no tiene poderes, no es un superhéroe pero es capitán. No es el capitán América si lo están pensando, tampoco es el capitán Garfio aunque algo de pirata tiene. Sus ancestros también fueron capitanes, el más famoso; el capitán Arana, vasco conocido que se dedicaba a reclutar marineros y soldados para luchar en las colonias españolas de América a finales del XVIII. Este personaje estaba dotado de espectaculares dotes de convicción, era un gran orador, de rápidos reflejos, un vendedor de mantas inveterado con boquita de plata y nada de honradez. Frecuentaba plazas y tabernas de los puertos de España hablando de las riquezas y la gloria que hallarían las pobres personas sin futuro ni trabajo, les ofrecía un sueño seguro a cambio de enrolarse para luchar en América. De esta forma, fletó decenas de barcos. Cuando llegaba la hora de partir nunca subía a ninguno. Dejaba a la gente convencida y engañada por un futuro mejor a bordo, partiendo hacia un destino incierto y mortal casi siempre. Él, después cobraba su trabajo y desaparecía. Nosotros no lo conocemos como el capitán Arana, por corrupción fonética, ha pasado a la historia como El capitán Araña.
Por desgracia capitales araña sigue habiendo. Acabo de recordar al último, un nuevo capitán del siglo XXI, uno que en su terruño natal, animó a los jóvenes y no tan jóvenes a sacrificar sus vidas, sus trabajos, su seguridad y dignidad por la liberación de una patria oprimida que ni era patria ni estaba oprimida, les sedujo para cambiar la monarquía injusta por una república impoluta y de ensueño, les convenció de que todo mejoraría, que saldría vino por el grifo y los billetes crecerían en macetas. Les dijo que todos ellos eran distintos, únicos y por supuesto, mejores que el resto porque pertenecían a una raza prodigiosa. Les hizo salir a la calle, dar sus nombres y delinquir la leyes del reino. Un histórico día todos subieron a su barco jaleando canciones de cuna y rodeados de coloridas banderas. Todo listo, todo hecho.
Todos esperaban la orden del capitán de zarpar pero esta no se produjo. En ese momento el rey mandó a sus fiscales y denunció a todos. Entonces nuestro héroe, huyo al reino vecino con buen coche, piso y casita de descanso. Informó a los suyos que él se sacrificaba por su patria en el ostracismo, que siempre sería su capitán aunque fuera desde lejos pero que no podía volver porque seguro sería preso. Mientras tanto, todos los embarcados fueron detenidos y uno a uno juzgados para terminar cumpliendo sus penas. El pobre capitán seguía en el reino vecino muy entristecido y viviendo como un pachá. Si, efectivamente me refiero al capitán Puigdemont, conocido posteriormente por la historia como el capitán Nuncaestoy, y no está porque le da miedito, mejor que otros paguen por él, los ilusos que engañó. Como ven, todo un machote... con capitanes como este no hay que temer tempestades ni tormentas...
* Rafael Simón Gallardo es médico y cuenta cuentos inveterado...


















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