Domingo, 02 de Noviembre de 2025

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ENRIQUE VILA
ENRIQUE VILA Sábado, 10 de Junio de 2017

Gracias

- Damos comienzo a la reunión del grupo para resolver acerca de la propuesta de donación al Estado de trescientos millones para la adquisición de maquinaria médica para la prevención y el tratamiento del cáncer. Lista de asistentes...


 

- Papá, ¿te puedo preguntar una cosa?

- Claro hijo, dime.

- No entiendo por qué no podemos curar las enfermedades cuando hay tantos medios y adelantos.

- No es fácil, pero te lo voy a intentar explicar con un ejemplo. Piensa siempre que es solo la opinión de un simple ferroviario, es muy posible que esté equivocado.

 

Un señor (o señora, no sea que...), viajaba en un barco. Le acompañaba toda su familia y amigos y hacía ya tiempo que había salido de puerto. Todo transcurría con normalidad, se levantaba, hacía sus tareas, se divertía y por la noche volvía a su camarote, que es como se llaman las habitaciones en los barcos.

 

Un día, sin aviso o forma de evitarlo, un traspiés cerca de la borda (barandilla para nosotros) le hizo caer al mar, quedándose paralizado más por el susto y miedo que por la caída, y allí se quedó flotando moviendo los brazos y pidiendo ayuda a su familia, amigos y compañeros de viaje. Desde el barco, muchos habían visto el percance, pues no era raro que algunos pasajeros, por despiste o mala suerte, cayeran de vez en cuando al mar. No importaba la edad, posición social o cualquier otra cuestión, caían niños, jóvenes (y jóvenas), adultos, ricos, pobres, pasajeros, tripulación y cualquiera que viajara en el barco podía verse, un día u otro, mojando sus carnes sin haberlo merecido o sin otro motivo que el destino o azar.

 

En el barco, el capitán y la tripulación tenían previsto un sistema de seguridad para ayudar a todos los que se veían en estos problemas y también en otros menos peligrosos, que se atendían y pagaban con una parte del precio del pasaje. Otra parte iba destinada a comida de los pasajeros, sueldos de los tripulantes, combustible del barco, agua, luces, reparaciones, etc.. Pero era un barco muy grande, con muchos pasajeros y necesidades y había que administrar los medios para que alcanzara a cuántos más mejor. No era raro que no llegara para todos. Hacían falta muchos más flotadores pero también otras muchas cosas, así que la gente discutía sobre en qué se gastaba el dinero del pasaje. Los que se habían caído o conocían a alguien que le hubiera pasado, insistían en la compra de salvavidas como lo más importante, los que no, pedían que se usara en otras cosas y, en parte, todos tenían algo de razón, no toda, lo único que inclinaba claramente su postura eran las experiencias personales o cercanas.

 

- No sé si me explico hijo mío, ¿coges lo que te quiero decir?

- Creo que lo he pillado, papá. El barco es la vida en la que todos vamos montados y por el que pagamos un pasaje sin parar. El capitán y la tripulación, son los gobernantes que tienen que dirigir el rumbo y administrar los medios para que alcance a la mayor cantidad de personas y situaciones, y el mar, es la enfermedad en la que todos podemos caer, sin distinciones, y ante la que no siempre hay flotadores para todos porque hay otras cosas, también muy importantes, de qué ocuparse.

- Eso es Amancio, eres un niño muy listo y llegarás lejos.

- Pues sabes qué te digo, papá. Cuando sea mayor y rico voy a comprar yo muchos flotadores, todos los que pueda, para que se salve del mar mucha más gente y por todos los que no pueden pagar el pasaje.

- Me parece muy bien. Me encanta que pienses así, pero déjame que te diga algo. Cuando lo hagas, hazlo desde el corazón, no esperes agradecimientos o reconocimientos, es más, seguramente habrá quien te criticará, te pondrá verde por ello y lo intentará convertir en algo feo y sucio, por muy generoso y noble que sea.

- ¿Y eso?, no lo entiendo, ¿no estaré haciendo algo bueno para todos, no deberían  estar contentos por ello?

- Sin duda, y lo estarán aquellos que estén, o hayan estado, en el agua, sus familiares, amigos y todos los que, como tú, solo piensen en el alivio y la ayuda que se les dará a quienes lo necesitan. Pero habrá otros, óyeme bien, que encontrarán la forma de echártelo en cara, de ensuciar el gesto, de poner en duda tus intenciones. Por supuesto, ninguno de ellos habrá estado o estará en el mar, o tendrá a alguien cercano mojándose. Pero ahora es imposible, créeme, que o entiendas. Ni lo intentes, para entender la mezquindad necesitas ser adulto y no lo eres. En la pura mente de un niño no caben, no encajan, estas bajezas.

- Me da igual, lo haré y punto y que cada cual piense lo que quiera, lo que importa es cuántos más se salvarán de ahogarse en el mar.

- Eso quería oír, Amancio, dame un abrazo y a la cama, ¿sabes que te quiero no?

- Y yo a ti papá, buenas noches y gracias.

- ¿por qué?

- Por todo.


 

- ¿Sr. Ortega, Sr. Ortega, está Ud. bien? ¿D. Amancio ha oído lo que le he dicho? ¿Necesita algo?

- ¿Eh? No perdone, estaba perdido en recuerdos de hace mucho, pero que mucho, tiempo, ¿por dónde íbamos?

- Le decía, le preguntaba, si estaba Ud. seguro de donar los trescientos millones que nos encargó a la Sanidad Pública para la adquisición de maquinaria para prevención y tratamiento del cáncer. ¿Ha recapacitado? Es mucho dinero, piénselo bien.

- La verdad es que sí, lo he pensado mejor, estaba en ello hace un momento. Le he dado vueltas al asunto y... que sean trescientos veinte.

- ¿Seguro?

- Completamente. Proceda por favor.

 

(Cualquier parecido con la realidad es totalmente buscado y voluntario)

 

*Enrique Vila es abogado. Fundador del despacho Romiel y Vila Abogados

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