La importancia de llamarse Ernesto
En contadas ocasiones traducir erróneamente el título favorece la obra. Mala costumbre latina, en línea directa emparentada con la dificultad y desidia, por conocer, entender y chapurrear el idioma dominante del marketing peliculero.
Todo español que se precie lo intenta pero pocos lo consiguen. Lo compensa con creces la localista e imperiosa necesidad de estudiar las útiles lenguas particulares de la región que el sistema público de enseñanza exige, aunque los que encarnizadamente en público las sostienen puedan, quieran y hagan para los suyos lo contrario. Clara forma de perpetuar un sistema social cómodo de dirigentes y dirigidos, pero esa es otra historia. Por eso “The Searchers” (Los perseguidores) fue y será aquí “Centauros del Desierto” aunque transiten por verdes valles y montañas nevadas llenas de manadas de búfalos; “Gasligth” (Luz de Gas) incomprensiblemente, “Luz que Agoniza” y así una lista demasiada e innecesariamente extensa. Pero mira por dónde que, a veces y no pocas, una mano invisible frota la lámpara del genio hispano con el paño empapado de perlas activas potenciadas, oxi action white, neutrex futura, o Mr. Correcto regenerado (Sr. Proper) y aparece la chispa. Esa genialidad súbita y espontánea envidiada por los constantes germanos, pragmáticos anglosajones, incansables asiáticos y nórdicos cartesianos, que bendijo al traductor.
De ahí que “The Importance of Being Earnest” (La Importancia de Ser Serio – Honesto - ) sea otra cosa más profunda y completa que seguro habría agradecido D. Oscar Wilde. Esto es, “La Importancia de Llamarse Ernesto” amplía la obra del fondo a la forma, del contenido al continente y al significado y responsabilidad que conlleva no solo ser sino parecer, lo que parecen haber entendido a la perfección los Magistrados del Tribunal Constitucional. No sólo parecer sino demostrar merecer el puesto que se ocupa y el título que se ostenta. Más aún, atender de forma adecuada a quien remotamente es su esencia y razón (el pueblo soberano) y a lo que este tiene derecho a exigir. Llamarse, calificar o denominar, define y limita pero sobre todo establece el cauce en el que ha de fluir, sin salirse, el comportamiento dirigido tanto a sus defensores como a quienes lo desprecian.
En ese cauce, sin meandros, ha fluido la unánime decisión de nuestro Tribunal máximo intérprete de la Constitución al no suspender el Pleno de la Cámara Catalana que directamente atacará y, vulnerará (todo en futuro) la misma norma que le ampara. Ha actuado conforme a su título, definición y funciones aplicando la legalidad y respetando las reglas del juego en un impecable entendimiento socrático de las normas y sus límites. Ha demostrado la Importancia de Llamarse Ernesto, no sólo de serlo como en el título original, sino de llevar su nombre.
La mujer del Cesar no solo ha de ser honesta sino parecerlo, decía D. Julio a Dña. Pompeya, y en los tiempos que corren casi más lo segundo. Si alguien esperaba un comportamiento a lo “Minoriry Report” (traducible jurídicamente como voto particular) en que se adoptaran decisiones por comportamientos futuros, por muy predecibles y seguros que sean, se ha llevado un agradable y también predecible chasco. Claro que, ante la evidencia de la decisión a tomar, eso que se llama seguridad jurídica, más parece que la medida cautelar solicitada sea una puesta en escena o ensayo general que la propia representación de la obra cuyo estreno mundial tendrá lugar esta semana. No hay nada más democrático que las Instituciones respondan a su verdadera función y responsabilidad por encima de condicionamientos políticos o intereses parciales.
Otorga tranquilidad comprobar que, a veces, la maquinaria está debidamente engrasada y funciona respondiendo a lo que se espera de ella y para lo que ha sido creada. Bravo por ese Tribunal que en otras ocasiones ha dado serios bandazos poniendo en cuestión su credibilidad, haciendo que muchos no creyéramos que se llamara y que actuara como Ernesto Puestos a felicitar Instituciones no puede quedarse en el tintero una y grande. Jamás he sido muy monárquico aunque tampoco plenamente republicano. Me vale cualquier jefatura de estado siempre que se ubique en un sistema democrático de libertades y ambas se han demostrado capaces de lo mejor y de lo contrario. No obstante sería injusto, siempre a mi parecer, no reconocer a S.M. Doña Sofía de Grecia el mérito que merece y, por lo menos, desearle un Feliz Cumpleaños a sus estupendos 77 años. No se aflija Majestad por los tiempos que vivimos, el caprichoso destino reparte cartas, unas veces son ases y otras yernos. Felicidades Señora.
*Enrique Vila es abogado. Fundador del despacho Romiel y Vila Abogados



















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