Día Domingo, 07 de Diciembre de 2025
Pitiu Rochel, capitán del gran Calpisa
Hace algún tiempo vino mi hija de 13 años a preguntarme si podía acompañarla a un evento deportivo que se iba a celebrar “en el pabellón que está frente al campo del Hércules, ese que tiene un nombre tan raro”. Le habían dicho el nombre pero había sido incapaz de memorizarlo.
En ese momento se mezclaron en mí dos sensaciones contrapuestas: de una parte, una cierta tristeza por el hecho de que mi hija no fuera capaz de recordar el nombre de un personaje tan emblemático para el deporte alicantino como Pitiu Rochel, y de otra, las ganas de trasladarle lo que este personaje representó para mí cuando yo era adolescente como ella. No le dije nada en ese momento, para no aparentar ser el típico padre que le cuenta a su hija historias de “abuelo cebolleta” que le son totalmente ajenas. Preferí esperar a estar juntos en el pabellón para, en un ambiente más deportivo y propicio, contarle la historia de Pitiu Rochel y lo que él y el balonmano representaron para los alicantinos de mi generación.
La gran foto suya que preside el pabellón que hoy lleva su nombre, con su pelo siempre canoso y su mano izquierda agarrando el balón, me sirvió para explicarle a mi hija que hubo una época en la que el deporte de equipo alicantino brillaba en España. Los que tuvimos la gran suerte de vivir esa época dorada solíamos tener “jornada doble” los domingos; por las mañanas, tocaba ir al pabellón a ver al Calpisa y, por la tarde, al Rico Pérez a ver al Hércules, ese Hércules que estuvo ocho año seguidos en Primera, algo que hoy parece fuera del alcance de la sufrida afición alicantina.
“¿El Calpisa?”, me preguntó mi hija. “Sí, el Calpisa, un equipo de balonmano que fue capaz de ganar cuatro campeonatos de Liga consecutivos, entre 1975 y 1978, incluyendo dobletes Liga y Copa los tres primeros años; eso, además de ser campeón de la Recopa en 1980. Es el máximo exponente del único deporte colectivo en el que un equipo alicantino ha sido dominador en algún momento de la historia: el balonmano”, le contesté. Ese gran Calpisa tenía en sus filas a lo mejor y más granado del balonmano español de la época: los Perramón, Albisu, Santos Labaca, Nacho Novoa, Goyo (otro mito, el melenudo central, que también nos dejó demasiado pronto), Cascallana, Cabanas, Poli, Melo, De Miguel, Uría… y, sobre todo, su gran capitán, el único alicantino de la plantilla, Pitiu Rochel.
Un equipo de leyenda que estaba dirigido por un entrenador de leyenda, el catalán Miquel Roca, que antes había conseguido que el equipo de su pueblo, Granollers, fuera la referencia del balonmano español durante más de una década. José Rochel, más conocido por Pitiu, nació en Alicante en 1943 y ya con 17 años fue internacional con la selección española, tras ser la revelación del mítico Club Deportivo Obras del Puerto de Alicante que se proclamó subcampeón de Liga en 1960.
El 'zurdo de oro'
Pitiu fue sin duda el mejor extremo de su época. En balonmano, los zurdos juegan por la derecha y pronto recibió el apelativo de 'el zurdo de oro'. Era un tiempo donde el balonmano se jugaba al aire libre, incluso en los 50 se llegó a jugar en campos de fútbol, once contra once. Durante los años 60, el balonmano fue evolucionando extraordiariamente y surgió, a nivel mundial, un gran dominador: Rumanía.
Dice la leyenda que el gran seleccionador Niculae Nedeff, que hizo cuatro veces campeona del mundo a una selección rumana que hoy lamentablemente no pinta nada en el concierto mundial, afirmó que Pitiu Rochel era el único jugador extranjero que estaría dispuesto a nacionalizar para que jugara en ese gran y mítico equipo de los 60 y principios de los 70. Antes de la eclosión del Calpisa, Pitiu fue pilar clave de la selección española que disputó por primera vez unos primeros Juegos Olímpicos, en Múnich 1972, y el FC Barcelona se interesó por él. Pero Pitiu, nuestro Pitiu, nunca quiso abandonar Alicante y a fuer que fue una decisión acertada.
Y es que, a inicios de la temporada 1973-74, el presidente del Obras del Puerto, Andrés Muñoz, consiguió el patrocinio de una empresa constructora local, la Compañía Alicantina de Promociones Inmobiliarias, SA (Calpisa) y a partir de ahí, con la nueva denominación, llegaron los grandes fichajes y los éxitos que ya se han comentado. Pitiu Rochel se retiró como jugador en 1978, con 34 años, para ocupar el puesto de entrenador que había dejado vacante Miquel Roca, quien había aceptado una oferta del FC Barcelona tras el cuarto título liguero del club alicantino. Bajo su mandato, el Calpisa siguió en la élite algunos años más, pero sufrió la dura competencia de Atlético de Madrid y FC Barcelona, que se llevaron los siguientes títulos de Liga por delante de los alicantinos.
Aquel memorable Calpisa-Gummersbach de 1980
Sin embargo, fue con Pitiu como entrenador cuando el pabellón que hoy lleva su nombre vivió su jornada más gloriosa. Me acuerdo perfectamente de aquella mañana del domingo 30 de marzo de 1980, con el pabellón abarrotado como nunca, cuando en compañía de mi amigo Javier, con quien compartía mi afición por el balonmano y el fútbol, presenciamos la emocionante final de la Recopa de Europa entre el Calpisa y el potentísimo equipo alemán, cuyo nombre, Gummersbach, nos imponía a todos los alicantinos. Sólo un equipo español, el Granollers, había logrado un título europeo, y Alicante vivió aquella final como el mayor hito deportivo de nuestra historia.
Con todos los asistentes entregados a nuestro equipo, el Calpisa liderado por Pitiu en la banda jugó un magnífico partido y ganó… pero la final era a doble partido, por lo que la ventaja de 20-15 parecía suficiente pero no definitiva. Hubo que defender el resultado en Alemania, pero al final el Calpisa del gran Rochel consiguió poner la guinda al pastel. Con ese memorable título europeo, seguido cuatro días después del título de Copa ante el Atlético de Madrid, se puso punto y final a la época dorada de los deportes de equipo en nuestra ciudad. Por eso, cuando el 9 de febrero de 2001, con sólo 57 años, Pitiu Rochel sufrió un derrame cerebral fulminante que terminó con su vida, muchos alicantinos sentimos que algo de nuestra vida se había ido también.
Él y Goyo, que hizo también una gran labor con la cantera de los Agustinos, nos dejaron demasiado pronto, pero bueno es que permanezcan en la memoria colectiva en la esperanza de que algún día Alicante vuelva a vivir, en lo deportivo, una época tan gloriosa como la que la gente de mi generación tuvimos la suerte de disfrutar. Les dejo un vídeo de TVE con un resumen de aquella memorable final europea de 1980.
*Antonio Montalvo es Ingeniero de Telecomunicaciones de formación. Consultor de Negocios Internacionales y experto en Internacionalización de Empresas.

















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