Día Martes, 30 de Diciembre de 2025
Por qué los árboles pierden sus hojas en otoño
La semana pasada hablábamos acerca de los errores más frecuentes que cometemos con las personas que están elaborando un proceso de duelo. Hoy me gustaría reflexionar un poco más sobre el concepto de duelo y el lugar que la sociedad da a este tipo de procesos.
Básicamente podemos decir que estamos educados para ganar. Podemos aprender a no ganar con más deportividad o con menos, pero perder nunca nos gusta. El duelo nos pone precisamente en contacto con eso, con la pérdida en letras mayúsculas, con la ausencia de control sobre la vida, con el agravio comparativo de ponernos frente al cosmos y a las leyes de la vida y comparar estaturas abismalmente desiguales: el contacto con la pequeñez del ser humano y la constancia de la negación del hecho. Lo que “NO puede ser”, aunque SÍ sea. Hay un momento de la vida en el que uno va tomando y otro en el que debemos aprender a soltar. De aquí se derivan emociones como el miedo, la aversión, rechazo o resistencia a lo doloroso, lo desagradable, frustrante o lo que me contraría. La tristeza que vivimos durante el duelo cumple también una función primordial.
Para poder explicar esto utilizaré una metáfora que escuché a un viejo profesor hace algunos años (realmente ignoro si la metáfora es suya o si a su vez la tomó de otro lugar). Durante el otoño, en los lugares fríos, la luz empieza a escasear y los árboles no tienen suficiente energía para poder hacer la fotosíntesis. Una forma de adaptarse a un periodo frío y difícil por la escasez de luz, es por tanto perder todas las hojas y la posibilidad de dar frutos o flores hasta que llegan estaciones más cálidas. Así el árbol puede conservar la energía y la vida, aunque sea bajo mínimos. Durante el duelo sucede algo parecido: las personas tenemos tan poca energía que necesitamos perder las flores, las hojas y los frutos para poder quedarnos en un tronco desnudo que transite a lo largo de un otoño e invierno largo.
La alegría, la euforia, el placer, el gozo o los nuevos apegos son por tanto sentimientos, emociones y vivencias que requieren más energía de la que nos podemos permitir durante esta fase tan dolorosa. La sociedad, en general, potencia a través de los medios de comunicación, la publicidad, el cine o la música (por poner algunos ejemplos) un estilo de pensamiento basado en ideas de hedonismo constante, produciendo cierta ofuscación, falta de visión, un querer hacer las emociones permanentes, negando que cambio es igual a vida y vida es igual a cambio y negando la muerte hasta tal punto de convertirla incluso en un chiste (¿qué es Halloween si no?). Esta negación nos acaba abocando a una versión negativa del apego que sería el aferramiento. No pocas veces, los psicólogos nos encontramos con duelos en nuestros consultorios que se cronifican precisamente por esta necesidad de aferramiento patológico y por un no dejar transitar los procesos de la vida. Como decía ese viejo profesor: “La vida nunca es un perpetuo verano”.
*Miguel Sánchez Barredo es psicólogo, experto en conducta y relaciones humanas. Su website es Insight



















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