El autor de El Principito y sus vuelos por Alicante y Sant Vicent
Surcar los cielos y vencer a la gravedad siempre ha sido un anhelo del ser humano. Lo logró a comienzos del siglo pasado, cuando los hermanos Wright se convirtieron en los pioneros en la historia de la aviación. Aunque por aquellos primeros años, el desafío de poner en órbita un avión a miles de kilómetros de altura conllevaba algún que otro riesgo fatal que se pagaba con la vida. Uno de los pilotos que entró en la eternidad antes de tiempo fue el piloto y escritor Antoine de Saint-Exupéry.
El célebre autor de una de las obras cumbres de la literatura universal, 'El Principito', falleció el 31 de julio de 1944 al estrellarse su avión en aguas de la bahía de Marsella. Tenía 44 años de edad. Un caza alemán debió derribarlo cuando cumplía una misión. Pero antes de que la fatalidad se interpusiera en su destino, Exupéry dejó su huella en la ciudad de Alicante. Dos biplanos Salmson 2 A2 tomaron tierra en el antiguo polígono del Tiro Nacional en Sant Vicent del Raspeig, sobre unos terrenos que ahora ocupa el campus de la Universidad de Alicante, el 29 de julio de 1911.
La capital de la Costa Blanca era una de las paradas estratégicas de la escala que realizaba la pionera línea postal francesa Compagnie Latécoère (posterior l’Aéropostale) en la que trabajaba Exupéry. Conectaba Toulouse (Francia) con Santiago (Chile), y hacía paradas también en Barcelona, Málaga, Tánger, Rabat, Agadir y Cabo Juby (Marruecos), Saint-Louis (Senegal), Recife y Río de Janeiro, Asunción (Paraguay) y Buenos Aires. Antoine de Saint-Exupéry tuvo la fortuna de visitar Alicante al aterrizar aquí de manera forzosa tras emprender una de sus numerosas aventuras de vuelo. Ocurrió en 1926.
Parece ser que la estancia le agradó, porque repitió visita unos meses después. De Alicante llegó a decir: "Es el punto más cálido de Europa, el único lugar del viejo continente en el que maduran los dátiles. Me paseo sin abrigo, maravillado de esta noche de Las Mil y Una Noches, palmeras, estrellas cálidas, y un mar tan discreto que ni se le oye ni se le ve, apenas se le adivina”. En varias cartas dirigidas a su amiga Rinette alababa la benigna climatología de Alicante, sus palmeras y su mar. En 1936 el viejo campo de aviación de San Vicent se transformó en el Aeródromo de Rabassa, que se integró en la 4ª Región Aérea y se convirtió en base de la aviación de la II República un año después. Precisamente, el pasado julio se han conmemorado setenta años de la muerte del escritor francés, cuya parte de su azarosa existencia está ligada a Alicante.
El viajero, en Sant Vicent
El campus de la Universidad de Alicante no es el único atractivo que presenta Sant Vicent para el viajero que se muestre interesado en visitar el municipio. A escasos seis kilómetros de la capital emerge una localidad repleta de bullicio por su ambiente universitario y su amplia oferta de ocio y servicios. El Raspeig, que fue partida rural antes de la incorporación de Alicante a la Corona de Castilla en la Edad Media (siglo XIII), debe su topónimo a que se cree que San Vicente Ferrer predicó en el municipio. En el siglo XIV Alicante y su amplio término territorial pasaron a integrar la Corona de Aragón. También Sant Vicent.
Con una población que sobrepasa los 50.000 habitantes, Sant Vicent precisamente cuenta con una iglesia dedicada al santo (siglo XIX) de estilo neoclásico. Sorpresa le causará al viajero la contemplación del jardín vertical más alto de España, con una altura de seis pisos, 340 metros cuadrados de superficie y 34.000 ejemplares plantados sobre el muro situado frente al nuevo Ayuntamiento. La visita a la Biblioteca o Mercado municipales conforman una ruta que puede completarse con una escapada al Museo del Aceite, el Parque Lo Torrent (65.000 metros cuadrados de superficie) o los caserones Haygón o Los Molinos.
*Javier Ramos es periodista. Administra el blog Lugares con Historia



















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