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JOAQUÍN NÚÑEZ Jueves, 18 de Septiembre de 2014

HISTORIA

La escultura de los 'pieds noirs' se colocará en la Explanada

La escultura con la que los llamados 'pieds noirs' agradecen a la ciudad de Alicante su acogida hace más de 50 años se colocará en la Explanada el sábado 4 de octubre.

En 2012 se cumplió el cincuentenario del éxodo de franceses y españoles de Argelia, tras la proclamación de su independencia. Ahora, dos años después de la conmemoración de su llegada a Alicante, los 'pied noirs' quieren agradecer a la ciudad de Alicante su calurosa bienvenida mediante la donación, realizada por la Casa de Francia, de un grupo escultórico de gran valor artístico y con una gran carga emocional dado lo que representa. La obra se ubicará a la altura de la plaza de Canalejas. Consta de dos figuras de fundición realizadas por el forjador alicantino Toni Mari Sart que representan al pueblo alicantino y su cálida acogida y al recién llegado a la ciudad. El anunció lo realizó ayer miércoles el concejal de Imagen Urbana, Adrián Santos, acompañado por la presidenta de la Casa de Francia, Nicole Breton, y el integrante de la Casa de Francia y promotor de la iniciativa, Guy Huertas.


 

Testimonio de José Torroja

 

Verano del 62*  Pasada la medianoche de aquel 30 de junio de 1962, se vislumbraron las luces de nuestro nuevo destino: Alicante. En la cubierta abarrotada del “Virgen de África”, sólo niños y mayores dormían profundamente, mientras los demás se agitaban en torno a sus enseres como para apresurar el tiempo. Tres días antes, huyendo de la inseguridad de poblados y ciudades, nos juntábamos unos dos mil españoles en los muelles de Orán, con miras a embarcar en los dos transbordadores fletados por el Gobierno español.

 

Pero tanto el “Victoria” como el “Virgen de África” permanecían fondeados frente a la ciudad, en espera de unas autorizaciones oficiales que se demoraban inexplicablemente. Mientras la hermosa Orán, devota de su Virgen de Santa Cruz, era presa de odios y herida de muertes, centenares y centeneras de familias desprotegidas seguían acampando en aquel puerto, sustentándose con víveres donados por los últimos oraneses. Finalmente, y al término de tensas negociaciones entre autoridades francesas y españolas, al cuarto día pudieron atracar los navíos, organizándose el masivo embarque, salvando la incidencia de policías galos deseosos de inspeccionar a bordo, y a los que el capitán Vilanueva y las autoridades consulares españolas cerraron el paso. Pero hasta el embarque, nos sometieron a humillantes registros operados por las “Compañías Republicanas de Seguridad”

 

Mi esposa, nuestros hijos pequeños y yo, junto con todos aquellos forzosos veraneantes, vimos entonces alejarse la costa de nuestra querida Argelia con una extraña mezcla de alivio, de dolor y de incomprensión frente al destino. Muchos lloraban, otros fijaban en silencio aquella tierra labrada con sacrificios de varias generaciones, hasta perderla en el horizonte. Nos sentíamos agotados, desposeídos y derrotados. Pero pronto agradecimos las constantes atenciones y cuidados prodigados por el equipaje de los navíos. En aquella tarde-noche de mar encalmada, balsámica, el pasaje pronto confraternizó y se acomodó lo mejor que pudo. Mientras tanto, dos buques de escolta de la Armada española velaban por nuestra seguridad.

 

Atracando ya en Alicante, nos sorprendió tanta gente esperando en los muelles. Una agitación organizada de civiles y militares, Cruz Roja y autoridades, y sobre todo de familiares. Entonces el desembarco se efectuó rápida y eficazmente, con todo tipo de atenciones, ayudas sanitarias y materiales, así como facilidades administrativas a las que los pasajeros correspondieron a coro con “¡vivas!” a España, a sus gentes y a sus autoridades. A las cuatro de la madrugada, y todavía sobresaltados por las últimas tracas sanjuaneras que nos recordaban detonaciones bélicas dejadas atrás, mi familia y yo encontramos alojamiento en un hotelito de la ciudad. A partir de ahí, se abrió la página en blanco de un nuevo capítulo de la vida. Como tantos otros 'pieds noirs' españoles y franceses, hallé toda clase de facilidades y apoyos para labrarme un porvenir profesional, agradeciendo los constantes testimonio de simpatía y afecto prodigados por el pueblo alicantino. Y muy pronto, todos los refugiados nos sentimos en casa, en nuestra tierra: la millor terreta del món".

 

ACTUALIZACIÓN. (27-10-2014). Las fotografías que acompañan el testimonio de José Torroja muestran las dos esculturas instaladas ya en la Explanada.

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