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RAFAEL SIMÓN GALLARDO
RAFAEL SIMÓN GALLARDO Jueves, 26 de Noviembre de 2020

El hechizo del progreso

El mundo de nuestros padres era más sencillo que el nuestro. El de hoy ha mejorado en multitud de aspectos pero en otros se ha complicado en demasía. Decir "progreso" no soluciona todos los problemas como si fuera el hechizo "capacious extremis" de Harry Potter; ese que permite aumentar las dimensiones internas de un objeto sin alterar su tamaño exterior.

 

Utilizarlo como epíteto de cualquier sustantivo no provoca la bondad instantánea del mismo o su justificación y honorabilidad inmediata como la izquierda insiste en que aceptemos al mejor estilo del enigma de la Santísima Trinidad. 

Ejemplos hay a  miles; no son los  presupuestos generales del estado, son los presupuestos progresistas, no es el gobierno de coalición comunista, es el  progresista  y todo lo que de ellos cuelgan que se regenera y bendice por este mágico adjetivo al mejor estilo curativo del Bálsamo de Fierabrás cervantino...

 

El mensaje subliminal está muy claro; equiparar progreso con la bondad y justicia  infinita denostando ipso facto a los que no son como ellos o no comulgan ni con el molino ni  la rueda y así conseguir el eficaz binomio de o conmigo o contra mí, patriota o corrupto, demócrata o fascista, monárquico o republicano polarizando la vida y a la gente. 

 

La tecnología y los cambios globales han complicado el escenario por el que deambulamos. Este hecho provoca desasosiego y desconcierto general y  desautoriza a la gente normal al conocimiento de la situación, al análisis pausado de la misma, a obtener  datos fidedignos,  a la toma de posiciones razonables y razonadas  y a la mínima planificación de sus vidas mientras que las  élites  son las únicas capaces de realizar estos cometidos  y muchas veces lo hacen a pesar y en nuestra contra.  

 

Las democracias liberales cuyos fundamentos de igualdad, fraternidad y libertad  eran entendibles por sencillos y justos, han sido sustituidas por un sistema  administrativo enrevesado donde solo las élites pueden comprender la  realidad aplicando lo que ellas mismas califican como "política basada en evidencias" que se supone son siempre ciertas y objetivas, ausentes de maldad y de interés partidario. De esta forma, se adquiere el caché pseudocientífico que avala el acto político y lo purifica al instante. 

 

Además nuestros líderes se transforman en mesías  salvadores de nuestras vidas, en chamanes religiosos que nos aventan el camino y exigen total fidelidad mientras que se subrogan detrás de  la ausencia de  responsabilidad ante cualquier daño que generen en la aplicación de sus políticas  viviendo descaradamente  en la  superioridad impune e injustificable de su elitismo carismático. 

 

La gente obedece y confía al principio pero termina sospechando que algo no anda  bien y si tienen la valentía y la libertad de expresar estas dudas, si explican las críticas al statu quo, serán tildados inmediatamente de forma violenta como  ignorantes manipulados por intereses torticeros y si son más peligrosos se transformarán directamente en traidores al régimen.

 

Nuestro mundo al complicarse de esta forma  ha provocado que la gente sencilla se sienta pequeña y alienada ante la insensibilidad manifiesta de las élites que los definen con la pasmosa irreverencia como necios y exaltados mientras se vende la idea de que solo el político puede resolver los conflictos que acontecen porque las personas son mayormente víctimas inservibles de la vida cotidiana. 

 

Así se provoca que la gente corriente  se desentienda de las obligaciones inherentes a la supervivencia y  se sienta apocada, minusválida y vulnerable  mientras que el lider se transforma en el único preparado para interpretar el  mundo y exigir las acciones que sean precisas en aras del bien común.

 

Creo que nos hemos transformado en datos estadísticos,  no somos independientes, nuestro albedrío no es libre,  nuestra carta de derechos ha anulado a los  ineludibles deberes, nadie es responsable de nada, los culpables son la sociedad, el capitalismo, la religión, hemos perdido la capacidad de control sobre la política y estamos a un paso de perder la esencia de la democracia. 

 

Nuestro sistema nos acredita como merecedores de todos los derechos a la vez que nos infravalora y nos engaña manifestando nuestra inutilidad ante cualquier hecho prometiéndonos si somos sumisos la felicidad que nunca existirá porque es imposible. Nuestro sistema es perverso.

 

Esta es la verdadera  teoría de la conspiración. Existe sin duda y si no la ven les aconsejo que consulten a un oftalmólogo neutral que no pertenezca al régimen...

Los milagros no existen porque las religiones son falsas y Dios ni está ni se le espera. La solución a nuestros actuales dilemas pasan por el regreso a los principios antiguos no progresistas, a las verdades simples, entendibles que emanan de la gente justa y no precisan de traductores interesados ni de chamanes dogmáticos.

 

Nuestro mundo es puñeteramente complejo pero los viejos ideales de individualismo, constancia, trabajo, esfuerzo y respeto siguen siendo imprescindibles porque no persiguen solucionar todos los problemas, eso es imposible pero si consiguen prolongar nuestra resistencia y hacernos de verdad más fuertes  y este es sin duda el primer paso para el éxito. 

 

* Rafael Simón Gallardo es médico y cuenta cuentos inveterado...

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