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RAFAEL SIMÓN GALLARDO
RAFAEL SIMÓN GALLARDO Martes, 28 de Mayo de 2019

Las pesadillas de Pablo

-Cada vez tengo más miedo a que llegue la noche, sobre todo, desde el descalabro de las elecciones y ver cómo mis propios compañeros me están traicionando-.

 

Pensaba Pablo mientras saludaba al Guardia Civil, que aburrido, custodiaba la entrada de su casa. Pasó el pórtico metálico exterior de seguridad y se quedó en el jardín, oyendo el ruido de la depuradora que tanto le relajaba frente a la inmensa piscina coronada por una tortuguita que echaba agua por la boca con mirada burlona.

 

-No te rías de mí tortuga de los cojones-

 

Dijo en voz baja para no ser oído. Encendió un cigarrillo, Marlboro donde se podía leer en la cajetilla que podía caerle un cáncer, ser estéril o acabar tonto incluso muerto de la muerte total, acompañando a tan nefastos mensajes, fotos alegóricas de enfermedades terribles en plan castigo de Dios. Menos mal que  Dios no existe, aunque a veces, tenía sus dudas y después de las elecciones pasadas, tenía la sensación de ser castigado por sus malas acciones. Se quedó mirando el cigarrillo mientras decía en voz bajita.

 

-Es lo único bueno que han hecho los americanos-

 

Aspiró con ansiedad, en 3 caladas terminó y se acercó a un agujero que utilizaba de cenicero debajo de una piedra para que su pareja, no se enterara de sus secretos hábitos, de este y de algún otro que no se podía ocultar de bajo de una piedra.

 

Su mujer estaba en contra del hábito de fumar, no por lo perjudicial que para la salud pudiera ser, que lo era sin duda, sino más bien, por su significación; la explotación de las grandes empresas, hacían de los países de origen, mano de obra, tribus y conquistas en plan vaquero del antiguo oeste. Y todo esto, para que los imperialistas, exhalen la preciada droga por sus apestosos pulmones, mientras que los trabajadores cultivan y procesan el tabaco en condiciones de  esclavitud. 

 

Para ella, era un ejemplo humeante del capitalismo más casposo y por tanto, permitir que su pareja, modelo de la igualdad, ecuanimidad, feminismo y comunismo reconvertido, fumara en público o en privado, era peor que el cisma de la no virginidad de la virgen o el  advenimiento por fin del anticristo, tan esperado como inexistente.

 

De forma que, si cogía a Pablo fumando en casa, ella procedía a castigarlo de dos maneras. Una, con la grabación de un discurso de León Trotsky en su idioma original durante 6 horas sin interrupción y dos, cerrando la fuente que cura todos los males, la rajilla de la entrepierna, la del amor. Pablo era muy hombre, era el hombre, el primer primate y precisaba de su dosis de rajita diaria porque si no, no era feliz y la felicidad del líder, tenía que quedar preservada. Por otro lado, era el castigo más eficaz.

 

Pablo, la noche anterior, había soñado cosas extrañas que no sabía interpretar; Cuatro hombres de negro, en plan Ninjas, utilizando técnicas de escratche que tan bien conoce, irrumpieron en su habitación con sigilo, e intentaron introducir la cabeza del líder dentro de una urna de los independentistas, con el escudo de la generalidad a un lado mientras que el gritaba histérico, intentando avisar al Guardia que le protegía fuera y se oía el himno nacional cantado desde el jardín por Marta Sánchez, vestida con un traje vaporoso que ondea al viento con los colores de la bandera bicolor y la tortuguita de la piscina, bailaba desenfrenada al ritmo de la música mientras seguía escupiendo agua por la boca.

 

Se despertó sudoroso, no había descansado bien y le dolían todos los músculos como si hubiera participado en una maratón.

 

Y ahora, estaba ahí pendiente de volver a dormirse, tumbado sobre el sofá. Se había fumado un cigarro, su pareja no le había cogido y las nannies de sus gemelos estaban dormidas cerca de los críos por si se despiertan. El jardinero casado con la cocinera descansaba en el anexo y su mujer, la otra política, estaba dormida en la gran cama de matrimonio del segundo piso. Así que, se enfrentaba a solas a la segunda noche premonitoria de seguro insomnio y pesadillas. Pensó en encenderse un porro que como todo el mundo conoce, induce al sueño y palía las penas. Pero las normas contra el tabaco, que tan duramente aplica su pareja,  también afectan a la maría, aunque fumar un peta, sea más de izquierdas que un Marlboro capitalista, así que, dentro de casa no se atrevió e intentó dormirse con un Orfidal debajo de la lengua, que también era una droga legal, como las otras al fin y al cabo.

 

Todo llega, hasta los momentos malos. Se durmió bajo los efectos de somnífero. Vio con claridad meridiana, dentro del sueño,  como un Loro que conducía una silla de minusválido de última generación, era nombrado secretario general del estado español de su democrática organización, Pablo no lo pudo soportar y decidió suicidarse con una pistola. Lentamente la acercó a su sien y disparó con tan mala fortuna que la pistola era de pega, de payasos y en vez de una bala, salió una banderola escrita con un BANG ENORME que le arrancó un ojo sin piedad.

 

Pablo se despertó molesto, se levantó a la cocina y se llenó un vaso de agua. Mientras bebía, siguió reflexionando. ¿Hay vida después de la muerte? Y si la hay, ¿qué partido es el predominante? ¿Hay sindicatos?... y así estuvo un rato.

 

Se durmió sobre la enorme isla de la cocina sentado en el esbelto taburete metálico y las pesadillas volvieron sin compasión. Tenía que conseguir consumar el suicidio, no podía seguir viviendo en el segundo plano que imperativamente le iba a llegar tras el fracaso electoral. Decidió mojarse las narices, y meterlas en un enchufe de la luz. El arco voltaico iluminó el sueño mientras que, en mágica parábola lo catapultaba hacia el sofá cayendo sobre el y a la vez, el ordenador Apple última generación con los secretos de su partido, ardía envuelto en llamas por culpa del cortocircuito en el despacho.

 

Cuando Pablo, despertó por segunda vez, había amanecido. Percibió un tufillo extraño, no habitual. Olía claramente a quemado, a muy quemado y le asaltó la duda de que sus sueños podían haberse vuelto realidad... tardó en levantarse para comprobarlo.

 

* Rafael Simón Gallardo es médico y cuenta cuentos inveterado...

 

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