Día Martes, 30 de Diciembre de 2025
Ser o no ser los hijos del Caos

Oigan amigos, me gustaría reflexionar con ustedes de materias importantes previas a las votaciones que se avecinan e intentaré no tener color, no pertenecer de antemano a ninguna formación ni tampoco, tener respeto ni prejuicios para que mis pensamientos, puedan ser utilizados en un sentido transversal.
Lo primero que diré, es una obviedad; no estamos solos. En nuestro camino, vida, devenir, interactuamos con los demás; familia, amigos, profesores, profesionales, parejas. Y durante el mismo, nos aplicamos unos a otros fuerzas que nos afectan y nos impulsan hacia nuevas situaciones; unas positivas y otras negativas.
A todos nos pasa salvo a los ascetas, santones y ermitaños que solo viven para sus dioses en una actitud cobarde. Por tanto y en esquema, nos quedan siempre dos opciones; transigir y contemporizar o exigir y conminar. He aquí la disyuntiva, el ser o no ser contemporáneo, la utilidad única de la Democracia.
Pudiera parecer que la felicidad, es el objetivo último de la vida, pero la historia, nos repite cansina que nunca fue así. Los paraísos no existen a pesar que los demagogos y las religiones los prometan hasta la extenuación. La vida se disfruta para algo, tiene fines y no son comunitarios aunque la suma de todos, forme estructuras sociales y estas sin duda, acaben siempre corrompidas porque no existe organización alguna de individuos, que no termine podrida y el motivo es que todas cuidan de su perpetuidad y se revelan a su propia extinción dañando a las personas que las forman; los famosos efectos colaterales tan cacareados por un bien mayor, social, religioso, partidario, político, familiar...
La única forma de salvarnos de algo o alguien que detestamos o nos amenaza es la de aplicarle una patada en el culo que le desvíe de nuestro camino y de nuestras vidas. El sentido de la vida pues no es la felicidad, es la forja de decisiones, la elección de disyuntivas, la mejora de nuestro carácter para que cada uno de nosotros, acabe siendo el mismo y además tenga un sesgo genuino y único, que lo diferencia del resto, de la masa gris y envolvente que nos adocena.
Para conseguir esto, deberemos aprender primero a ser peligrosos, valientes, heroicos. Tendremos que aprender a arriesgarnos, a salir de la famosa zona de confort que tanto daño acaba generando.
Normalmente los poderosos abusan de los débiles por varios motivos, pero el principal es que los débiles, siempre tienen ausencia de réplica, de crítica, de valentía a oponerse grabada en sus genes.
Aprendamos entonces la lección, si de verdad queremos cambiar algo, salvarnos de la inercia que nos precipita hacia delante sin sentido, deberemos dar muchas patadas en el culo de todos y a todo. No permitir que nuestra vida se parezca a una montaña rusa que asciende la última cuesta por el impulso que recibió de otros. A estas alturas de mi vida, prefiero ser timonel de barco que viajero de barquillo de fiera. Esta es mi elección y la que les propongo.
Este planeta, atenazado por el caos, la magia, las religiones, las fábulas y los gobiernos se dirige sin posibilidad de cambio hacia el rumbo macabro de su destrucción y para cambiar el derrotero es preciso aplicar una fuerza limpia donde mitigar la magia, la religión, los cuentos y fábulas y a nuestros gobernantes al uso. La única magia que funciona de verdad es la ciencia, única religión que no miente y nos protege, única fábula que tiene sentido y nos ayuda, por ahora, a salvarnos de nuestro desastroso final.
Si son ustedes místicos, creyentes, si tienen la suerte de pensar que algo o alguien sobrenatural nos observa desde las estrellas y se sienten elegidos contra el resto de mortales, si además creen que este ser les protege y está preocupado por ustedes, pueden hacerlo, pero sepan, que corren el riesgo de parecer memos ante los ojos de los que saben la verdad y se erigen en voceros del dios de turno, líderes de afables y justas ideologías pero que dedican todo el tiempo a mentirnos en su propio provecho y a procurar que no nos salgamos de las vías que antaño, construyeron para nosotros.
Y si no, pregúntense el por qué la gente acude a las iglesias, a las mezquitas, a las manifestaciones, a los mítines.
¿Piensan de verdad que es para oír sermones o arengas?
¿No será más cierto que lo hacen para soñar que dios sigue en su sitio o que sus líderes les protegerán?
¿No será también por miedo, por temor a represalias?
¿No será que lo hacen por el sueño de estar seguros y volver a sentir la protección de ese padre que envejeció viviendo y desapareció al morir dejándoles inermes, rodeados de sacerdotes sermoneros y políticos ruines de gatillo fácil que dicen ser nuestros padres, pastores, nuestros líderes y así volver a la existencia feliz, radiante, sencilla y sobre todo segura de nuestras infancias?
¿No se han dado cuenta?
La gente habla y habla solo para mantener las cuerdas vocales afinadas y en perfecto funcionamiento. Los que más tendrían que decir y hablar y los que lo harían con más sentido tienen la voz ronca y cascada, la boca seca y las ideas claras para ellos solos porque nunca se atrevieron a articular palabra alguna.
En este mundo virtual, binario, rápido, totalizador donde todo es negocio, dinero, diversión, donde hasta la guerra, se ha transformado en un entretenimiento televisivo, donde los amantes graban como fornican, los suicidas son protagonistas de la malsana curiosidad del ocioso por internet, donde el asesino graba sus disparos y sus efectos como en un juego de ordenador, donde el hambre es una postal fija de los noticieros que invaden nuestro área de seguridad para darnos la cena, la comida y el desayuno, queda demostrado que los inventos más importantes de nuestra raza siguen siendo el alambre de púas, la ametralladora, las minas, lo venenos, las dagas y los muros.
Ustedes tienen que elegir entre las risas o los lloros. Y no porque al reír acaben con sus miserias y al llorar dejen de padecerlas, sino porque la risa y el llanto son las únicas respuestas que la frustración permite para un idéntico final.
Ninguno de ustedes, ni yo mismo, tenemos la culpa de haber nacido sin corazón, de pertenecer a esta violenta raza. Por tanto, en el fondo, somos buenas personas que creímos que en algún momento, tuvimos latiendo en nuestros pechos el musculo del amor, para descubrir después, que el amor no tiene músculo y justificar así, nuestro irremediable comportamiento. La forma de ser de los desalmados, la de los hijos del Caos.
Los chisgarabis y tarambanas nos rodean, los mequetrefes nos inundan, todos pensando que son jodidamente listos y hábiles, todos cacareando con sus bocas abiertas y llenas de sonidos, de palabras que ni ellos mismos comparten, ni entienden pero que han decidido que esta bien la proclama del bien pensante, lo políticamente correcto. Creen que a nadie hacen daño, que lo que nos proponen es por nuestro bien y que todos debemos aceptar dócilmente. Si alguien se atreve a elevar la voz en su contra, a quejarse, a exigir, analizar, preguntar antes de hacer, son silenciados oportunamente por las máquinas totalitarias. No son conscientes estos listos habilidosos, de su falta de respeto hacia los singulares, los propios, los silenciosos y mudos pensantes que solo comparten el coraje pusilánime de sus miedos y la cobardía de su silencio.
Y ahora, amigos, decidan tranquilamente a quienes votarán. No es baladí, pero recuerden en sus adentros, que somos animales terribles y seguro que el sistema inmunológico de la tierra está desde hace tiempo, tratando de deshacerse de nosotros en su justa defensa y de ellos también. Mismo final para todos, todos iguales en nuestro desastre comunitario.
Una de las pocas cosas buenas que tiene el mundo moderno es que si mueres en televisión, no morirás en vano. Habrás entretenido a mucha gente.
POR TANTO LA ELECCIÓN ÚLTIMA SIGUE SIENDO; SER O NO SER LOS HIJOS DEL CAOS
* Rafael Simón Gallardo es médico y cuenta cuentos inveterado...




















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