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JORGE BRUGOS Viernes, 21 de Septiembre de 2018

Imágenes sentimentales

Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Estampas que pueden manipular las mentes y generar en la parte más sentimental de la materia gris, reacciones de empatía o repulsa hacia una determinada persona o situación.

 

Dos amigos enfrentados por las faldas de una mujer, dos allegados que antes eran uña y carne han visto como su relación se desmembrana como consecuencia de unos labios carnosos y una frondosa e hipnótica melena. Aquellos que antes se abrazaban, ahora se empujan y se enzarzan en peleas por conseguir el respeto, amor y admiración de esa fémina deslumbrante. Esos ojos marrones y ese carácter impresionante han roto lo que parecía inseparable, han creado un odio entre ambos individuos. Uno siente rencor hacia el otro porque se ha llevado a la chica de sus sueños, otro, sin embargo, está desesperado y hastiado de que el otro no cese en su empeño de desprestigiar su reputación y honor.

 

Un servidor, amigo de estos tres protagonistas, de la mujer despampanante y de los hombres enamorados, decide intervenir en aquel conflicto para poner solución esa disgregación. Después de dialogar, tender puentes y fraternizar, mis acciones favoritas según mi cuadrilla, decido enseñar a los atolondrados una foto en la que se les ve a los dos cogerse de los hombros mientras sonríen a la cámara. Aquella estampa, era mi último recurso, la oportunidad definitiva para que esos dos colegas volvieran a juntar sus caminos volviendo a ser uno. Incrédulo, pero a la vez creyente respecto a aquel método fotográfico, me sorprendí al ver como reaccionaban de forma positiva al ver dicha escena. Ese marco, había despertado en ellos la fraternidad de tiempos pasados. El aprecio hacia sus personas, como el ave fénix, resurgió del polvo. Esa foto reavivó viejos recuerdos y nuevas pasiones, impulsos que incitaron a sus corazones a reconciliarse.

 

Del mismo modo que el que escribe estas líneas utilizó una imagen para remover el corazón de esos dos hombres, el secesionismo catalán hace lo propio para captar adeptos a su causa. Conocidas son las estampas en las que aparecen presuntos independentistas magullados y con el rostro lleno de sangre como consecuencia de las cargas policiales que utilizó el secesionismo para victimizar su causa y conquistar los corazones y conciencias de muchos “demócratas”. Dichas escenas, no solo no correspondían a las cargas del 1 de octubre, sino que fueron manipuladas para demonizar a España y despertar en gran parte del secesionismo un odio feroz hacia la bandera española.

 

Víctimas de la manipulación y controlados por el odio, muchos rupturistas se enrolaron en los CDR para hacer frente a aquel Estado opresor que es España. Adoctrinados por la maquinaria propagandística del independentismo, salieron a la calle movidos por el rencor y la rabia fabricada por imágenes difundidas por los medios de comunicación secesionistas. Ponían TV3, y hay estaba, otra postal en la que se veía como España apaleaba a uno de los suyos. Leían El Nacional.cat, observaban esa misma imagen acompañada de un titular sensacionalista que despertaba en sus adentros un caos de sensaciones. Fanatizados por el continuo goteo de imágenes manipuladas a las que les someten sus medios, piensan con el sentir en lugar de con la cabeza.

 

Utilizando las imágenes como propaganda política, como así señala el psicólogo Jorge Pérez, se aseguran un buen puñado de votos para despertar sentimientos en los electores para que estos escojan una determinada papeleta. Ciudadanía independentista, que como se vio en las últimas elecciones en las que el partido de Carles Puigdemont, de cuyo nombre no quiero acordarme porque cambia más de identidad que de discurso, prefirió la opción del expresident a la de Oriol Junqueras y Esquerra Republicana. El mensaje de odio y rencor derrotaba a la tesis menos surrealista y más calmada. Los independentistas votaron coaccionados por sus sentimientos y manipulados por las imágenes que tanto odio les crearon hacia todo lo español. Puigdemont, era el bien, Rajoy era el mal.  Su corazón tenia razones que su razón no entendía. Ya no era por dinero, la independencia ya no era un asunto económico, era fruto de un sentimiento despertado por la propaganda promovida por sus líderes.

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