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JORGE BRUGOS Martes, 14 de Agosto de 2018

Confundiendo racismo con justicia

Que racista, que xenófobo Pedro Sánchez, se niega a acoger a los tripulantes del Aquarius. Ese barco al que auxilió abriendo las puertas de nuestros puertos ha visto como en esta ocasión el Presidente de Gobierno ha decidido darles un portazo. ¿Será una estrategia de Sánchez para aglutinar parte del voto racista? ¿Está el socialismo español adquiriendo tintes nacionalistas al estilo del nazismo?

 

Estas preguntas absurdas, seguro que han rondado en la cabeza de algún iluminado buenista que no dudaría en abrir las fronteras de par en par para obsequiar a todo extranjero que entrara en nuestro territorio con papeles. Esos del café para todos, han cambiado ese elixir caliente y amargo por las documentaciones de residencia para que todo individuo que se mude a España de manera ilegal pueda permanecer en nuestra nación de forma indeterminada. El fin justifica los medios. Da igual que se incumplan las leyes para estar en España, lo importante es llegar. Es indiferente que se vendan productos falsificados para que estos mismos inmigrantes tengan que llevarse a la boca. Personas con complejo de mesías como Ada Colau o Manuela Carmena, que se alían con los manteros y por consiguiente con las mafias, creyéndose que así cambian el mundo.

 

Realidad, que no se debe controlar por los impulsos y con gestos vacíos, sino con sentido común y sensatez a la hora de atajar los problemas y situaciones. Circunstancias, como la de la inmigración, que, aunque pesen, y estremezcan, no pueden solucionarse únicamente con intereses electoralistas. Redito, que ocupa el centro del cerebro de nuestro Presidente de Gobierno. Un Pedro Sánchez que ha sido el primero en percatarse en que España no puede convertirse en el refugio de todos los exiliados. Inmigrantes, que de haber acogido España de nuevo al Aquarius, habrían visto aumentadas las intenciones paternalistas del Estado español y sus barcazas hubieran surcado los mares rumbo a nuestras fronteras. En Moncloa han sido los últimos en percatarse de que el efecto llamada no es una leyenda urbana contada en el programa de Iker Jiménez, sino que es una verdad como un templo. Cuando uno acude a su vecino del quinto para que este le preste un poco de sal y el susodicho le niega la petición, pero sube una planta más sabiendo que el allegado generoso del sexto le va servir lo que necesite, impondrá como costumbre ascender dos pisos para conseguir la sal.

 

Del mismo modo que Pedro Sánchez no es racista por cerrar las puertas al buque Aquarius, formaciones como Ciudadanos no son xenófobas por criticar la inmigración ilegal. Porque por mucho que publiciten o promulguen algunos panfletos controlados por la izquierda radical, ni Albert Rivera ni ninguno de los dirigentes del partido es de extrema-derecha. Cargos como Yaneth Giraldo, portavoz de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Alicante, que ha sido la primera en condenar las sonadas afirmaciones del Popular, Alejandro Morant, vicepresidente de la Diputación de Alicante, en las que sugería expulsiones masivas de inmigrantes. ¿Es eso ser racista? Juzguen ustedes mismos. Cuando Cs condena la inmigración ilegal o a los manteros no está atentando contra las personas indefensas que confían en las mafias para encontrar una vida mejor, sino a los medios ilícitos que estos utilizan. No se es anti inmigración, sino como deberían de ser todos los cargos públicos, anti ilegalidad.            

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