Día Domingo, 07 de Diciembre de 2025
Taxímetro a cero

Año 2008, Manolo conducía su taxi sintiéndose el dueño del asfalto, ningún otro transporte, a excepción de los a veces incómodos autobuses, le hacía frente en su labor de servicio público en la carretera. La única opción de los peatones para disfrutar de un trayecto confortable y tranquilo hacia su casa pasaba únicamente por subirse en el coche de Manolo. Ese vehículo, que su conductor amortizaba hasta cuando no estaba de servicio para hacer la compra con su señora. Hoy, año 2018, Manolo ha visto como unos automóviles negros y mimados le han comido gran parte del terreno. La nueva competencia ha convertido a su taxi en un mero pececillo en el gran estanque de la calzada. Uber y Cabify han fulminado el monopolio del taxi.
Como dijo el personaje, interpretado por Eduardo Noriega en la taquillera película española Perfectos Desconocidos, “He puesto en venta la licencia del Taxi porque en dos años como mucho el negocio desaparece”. Cuando veía el otro día la excelente cinta de Alex de la Iglesia coincidiendo con las protestas de los taxistas en las calles de toda España, pensaba para mis adentros que esa afirmación escondía desgraciadamente gran parte de verdad. Con la competencia generada por los nuevos servicios de transporte urbano, el taxi ha pasado de ser una obligación a una simple opción entre otras muchas para desplazarse por la ciudad. Urbe, que ya no depende del taxímetro como en tiempos pasados, sino que, con el aumento de la oferta, los consumidores pueden escoger por calidad-precio cuál es el producto que más se adapta a sus intereses.
Circunstancia, la de la libre competencia, que los taxistas no es que no acepten, sino que se resisten a asimilar. Charlando estos días con varios trabajadores del sector del taxi, hablaban como si todavía fueran la única empresa que proporcionara el servicio de transporte urbano personalizado, se negaban a hacer autocrítica y en lugar de investigar y desarrollar nuevas técnicas para atraer al cliente se dedicaban a echar balones fuera y a despotricar contra las instituciones. Hasta que los taxistas no se enteren de que ya no son los dueños de la carretera, y mejoren su servicio, las nuevas empresas les comerán la tostada hasta que su labor desaparezca. Uber y Cabify, que como los propios taxistas reconocen, son los primeros beneficiados de la huelga que ha llevado a cabo el sector. Confesiones que contradicen todas aquellas revelaciones en las que amenazan con parar la economía del país. Creyéndose el ombligo de España, sin percatarse de que las ciudades están dotadas con otros medios de transporte como el tranvía, autobuses y su nueva competencia, no dan su brazo a torcer pese a que hasta ellos mismos saben que el parón estival les perjudica.
Independientemente de la competencia desleal con la que actúan Cabify y Uber, los cuales, como dicen los propios taxistas, no cuentan con ningún coto o límite para moverse por el territorio nacional, la clave del problema reside en la actitud de los propios huelguistas, que hasta que no tengan humildad para reconocer los errores de su servicio e implanten un nuevo modelo de negocio que pueda competir con las nuevas compañías, de poco servirá que se cumpla la ley. Normas que regulan, pero que no hacen milagros, para eso mejor ir a Lourdes. Si el sector del taxi no baja los precios o mejora la comodidad de su servicio, el trabajo de taxista, ese que da de comer a Manolo y a su señora, esta evocado a desaparecer dejando obsoleto el taxímetro.

















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