El tamaño importa (alfileres y cerillas)

¡Vamos que si importa el tamaño!, y si no que se lo pregunten a la antorcha humana. Me refiero al iluminado ingeniero naval o lo que sea, titular de varios Masters de la misma Uni que la mayoría de nuestros representantes públicos, responsable de la construcción del submarino S-80 Isacc Peral español que, por lo visto, se saltó la clase en que se explicaba el principio de Arquímedes. En el cole, en el insti y en la facu.

Antes de que se vuelvan locos los mencionados (que no aludidos) y demás afectados por la LOGSE, aclaro que el tal Arquimedes ni es un youtuber, ni su principio es “AR” (como la afamada revista de divulgación científica), sino ese que viene, valientemente y a lo loco (estilo Texas), a asegurar que un cuerpo, total o parcialmente sumergido en un fluido en reposo, experimenta un empuje vertical y hacia arriba (no hacia abajo) igual al peso de la masa del volumen del fluido que desaloja o lo que es lo mismo, el tamaño importa... a la hora de flotar también.

Ni corto ni perezoso, la mencionada cerilla humana diseñó un submarino, para mayor escarnio bautizado con el nombre del genio español que inventó el aparato. Dicen que en la tumba de D. Isaac se oían gritos y cacofonías indescifrables como “me ca… en su ...” y similares el día que se probó en aguas abiertas, a falta de ser contrastado. La mala suerte se cebó con él. ¡Maldita sea!, el cacharro se hundía como era su obligación pero nada más; que por ahí te pudras; que del fondo no salgo ni intención que tengo. Un problema. No porque no funcionara, ni cumpliera su cometido, tantas cosas tenemos así en este país que una más habría pasado desapercibida, sino porque empezó a ponerse complicado reclutar tripulación en cuanto la noticia se filtró. ¡Tiquismiquis!

Manos a la obra, esto hay que arreglarlo cueste lo que cueste. Tras sesudas e interminables sesiones el espíritu del griego y su principio se impuso. Eureka, lo tengo, lo haremos más grande y asunto arreglado. Palmadas de felicitación y caras de satisfacción culminadas en una opípara comida de celebración a cargo del erario público. Todo era felicidad y gozo hasta que el aguafiestas, que en todos los grupos hay, planteó otro problema. Y ¿Cómo lo llamamos?, habrá que ponerle nombre ¿no?. ¡Coño Contreras!, pues como es más grande le llamamos S-80 Plus, y a otra cosa. ¡Diviértase hombre y deje de poner pegas! Y entre canciones la velada discurrió plácidamente.

Había una vez un barquito chiquitito

Había una vez un barquito chiquitito

Que no podía, que no podía,

Que no podía navegar

Pasaron un, dos , tres

Cuatro, cinco, seis semanas….

Pero la felicidad nunca puede ser completa. La vida es sufrimiento y quien diga lo contrario miente (Wesley, el Pirata Roberts, dixit -La Princesa Prometida- ). Desde el muelle de atraque un viejo y ajado marinero viendo el tamaño del enorme, desproporsionado, miembro de la Armada hizo un vaticinio digno, como poco, de la famosa jueza de Lugo echadora del tarot, que ha adivinado poco recorrido para sí misma en la judicatura. ¡Qué grande, inmensa (la juez)!. Eso ahí no entra ni con calzador. ¡Vamos que no!, le respondió el Almirante. ¡Tu mismo!, masculló el marinero por lo bajo, mientras daba una chupada a su apagada pipa.

Efectivamente, aquello no había dónde colocarlo ni rallando la chapa, y es que el tamaño importa y mucho, hasta en materia de submarinos. Nuevas reuniones, nuevos consejos y nueva brillante idea. Pues ampliamos el muelle y problema resuelto, total dieciséis millones de euros arriba o abajo quién los va a notar. ¡Hala a celebarlo!

Habia una vez un barquito...

De entre las muchas genialidades que D. Enrique Jardiel Poncela decía (dice), la de que cerillas y alfileres son dos de las pocas cosas que todavía se hacen con cabeza en el mundo, me viene a esa misma cabeza, no sé por qué.

* Enrique Vila es abogado. Fundador del despacho Romiel y Vila Abogados