Día Sábado, 22 de Noviembre de 2025
Coged las rosas mientras podáis (10)

Pasearon lentamente, sortearon el Palacio Real en la noche fría y cerrada que les arropaba después del concierto. Siguieron hablando animadamente y al hacerlo, el vaho se condensaba delante de sus bocas como si junto a sus palabras, se les escapara el alma.
El barrio de "La latina" se abrió a sus pies bullicioso y amable con sus calles antiguas de baldosas y estrechas aceras.
Eugenia condujo a Marta con seguridad por las callejas del barrio, le había prometido que después de cenar en el restaurante del Teatro, la llevaría a un sitio especial, sorprendente y trasportador hacia otros mundos.
Mientras andaban, Marta rememoró la estupenda velada con las interrupciones frecuentes de los acólitos de la diva pero intensa, luminosa y veraz que culminó el transcurso del ágape.
Eugenia se había dedicado a atenderla con delicadeza y mucha atención. La chelista habló poco y escuchó todo. La jinete reflexionó: "que pocas veces he llevado la voz cantante en algo, siempre he escuchado a todos, mi madre, mi padre, mi esposo, mis hijos, amigas, jefes y médicos. Nunca en mi vida he sido la protagonista como lo es Eugenia y sin embargo, ella me escucha, parece que fuera importante".
Durante la cena Marta se sintió única, se percató de que cada vez se abría con más naturalidad hacia la mujer del vestido amarillo y los ojos de aceituna, se escuchó a si misma incrédula contando cosas al principio banales pero después personales para terminar siendo íntimas. Era un imperativo incontrolable el que la sedujo, sin pudor alguno se abrió por completo, una flor desflorada, un desnudo completo e integral más peligroso que el del cuerpo pero también más divertido y novedoso.
Marta vio una larga pared de ladrillo caravista rojizo, limitada por una calle empedrada y sobre la acera, una puerta grande de reja metálica acotada por un pórtico de piedra blanca donde se leía el número 11 en lo alto y sobre éste, una ventana tapiada con su balconcillo y valla de hierro dejando ver un enorme cartel rectangular "Berlín cabaret 1930 bar" y el dibujo de una burlesca sonriente de tacones puntiagudos, falda arremangada, piernas abiertas al cielo enfundadas en medias negras hasta los muslos, protegidas por el liguero pertinente, top corto sobre los pechos, pelo revuelto y rizado coronado por sobrero de copa de hombre y recostada sobre un inmenso barril de alcohol que les invitaba a entrar con mirada picarona.
La puerta del local protegida por un portero enorme, un Goliat calvo de mirada feroz y brazos como muslos oteaba los posibles clientes. Desde fuera se oía la música y la letra de una conocida canción que invadía la calle con las mismas intenciones que la melodía de Hamelín;
"Willkommen, bienvenue, welcome,I'm cabaret, au cabaret, to cabaret. Leave you troubles outside! So- life is disappointing? Forget it! We have no troubles here! Here life is beautiful. The girls are beautiful Even the orchestra is beautiful"...
Al pasar el pórtico del local, el Goliat les saludó, "conoce a Eugenia seguro", pensó Marta, viendo como la chelista le obsequiaba al gigante con una rotunda sonrisa mientras entraban al local.
Marta pensó que los portales, son tránsitos de mundos dentro de otros mundos, de universos paralelos. Ante ella, se abría otra realidad, notó cierto olor a rancio, a sótano, a vidas inconfesables, a decadencia, a lujo casposo, lujuria y música, vicio, alcohol, drogas y sexo. Recordó el Kit Kat Klub de Bob Fosse y Liza Minnelli, atrás quedaron el Campo del Moro, el imponente Teatro Real, la melodía del concierto y la cena íntima.
La puerta de acceso del tugurio, daba paso a un angosto pasillo que se abría a una amplia sala de paredes rojas con espejos circulares, barra al fondo y una escalera semicircular que bajaba a un amplio foso con escenario en alto, todo rodeado por una columnata de rectangulares pilares de rojo intenso con negros mosaicos de base. Al fondo, una segunda barra y entre esta y el escenario, alguna mesa y sofás.
Marta llegó a una mesa, se sentó en el sofá. No vio a Eugenia, la buscó con la vista. La chelista, con su plisado traje amarillo bajaba la escalera circular con elegancia de bailarina mientras disfrutaba de la actuación del Maestro de Ceremonias vestido de frac negro, delgado, irreverente, pelo oscuro engominado y tirante que traccionaba más aun de sus cejas angulosas pintadas. Camisa de frondosa topeta con cuello cerrado por pajarita rosa y cara de maquillaje teatral blanco con labios de rojo intenso perfilados a la perfección como los de una puta y los ojos, negros, pequeños y vivos, parecidos a los de un reptil y resaltados por los sesgos oportunos de rimmel mientras sonreía como El Gato de Cheshire, conocido como El Gato Risón de Alicia.
La jinete pensó que era Marta en el país de las maravillas, más bien en el país de Eugenia y se compadeció de la pobreza de su propio mundo y de su existencia plana.
La chelista llego ante ella, paró y la miró con sonrisa burlona. Mientras, el actor terminaba la canción de cabaret;
"Thank you! Bobby, Victor, Hans, Herrman, Rosie, Lulu, Frenchie Texas, Fritzie, Helga, Sally and me! Welcome to the Kit Kat Klub!".
La sala rompió en aplausos, Marta permaneció boqui y oculoabierta, Eugenia sonreía. El Maestro actor, hizo reverencias, eran unas venias teatrales exageradas a propósito que provocaron la prolongación de los vítores.
El hombre del frac negro, saltó del escenario y lentamente se acercó a la mesa de la pareja. Se agachó y besó a Eugenia diciendo; "Cuanto tiempo Geni sin verte, ¿quieres tocar, cantar o bailar?". Se hizo un silencio, Marta no se lo podía creer, la diva conocía a todo el mundo. "Te presento a Marta, una mujer espectacular". Respondió Eugenia.
El hombre se acercó a la jinete y fue a besarla, en ese instante cambió la dirección del beso llegando con su boca a los labios de la mujer que se dejó besar sin poder decir nada quedando sentada y asombrada a la vez mientras que el hombre reía a carcajadas.
"Solo quiero pasar un momento único Maestro", prosiguió la diva mientras este se alejaba de la mesa y subía al escenario para terminar diciendo;
"All That Jazz, empieza el espectáculo...".
* Rafael Simón Gallardo es médico y cuenta cuentos inveterado...













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