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JORGE BRUGOS Lunes, 29 de Enero de 2018

Conociendo a Francisco Camps

Se hizo un silencio sepulcral, los que hablaban se callaban, los que estaban en silencio se enmudecían y todos se ponían firmes. Un hombre alto, trajeado y con buenos modales, saluda de forma protocolaria a todos los que compartíamos espacio con él. Este caballero, era Francisco Camps, el lugar, un plató de televisión. Estuve en el mismo escenario que el emperador del PP Valenciano, estuve con el hombre, que era Rey cuando Mariano Rajoy era un simple noble.

 

Emperador, que puede que, en las formas, haya dejado de ser el que lleva la batuta, pero en el fondo, se resiste a dejar de mandar. Aquel día, participando junto a él en un programa de debate político, solo hablaba él, su presencia en la óptica de las cámaras era omnipresente, no dejaba participar a los demás. Vamos, que era un chupa cámaras. Se adueñó del programa, y ni el presentador pudo apaciguar al tiburón azul. Como si aún estuviera en activo, intentaba vender su relato, hacer campaña. Aún se creía con posibilidades de volver a la primera línea de la política y recuperar el trono perdido. Volver a su hábitat natural, los sillones, por supuesto. Su carácter era amable y cercano, conjugado con cierta falta de campechanía. Supongo que por sus largos años en política había olvidado lo que era pisar el asfalto y se resistía a dejar de levitar.

 

Un suelo, que al final, va a tener que pisar. Le han pillado, existen indicios de las presuntas irregularidades de las que fue participe cuando era Presidente de la Generalitat. Su reino se está derrumbando. Cada testimonio en su contra en el juicio de Gurtel, es una columna menos en su palacio. Destrucción que no tendrá consecuencias jurídicas debido a la prescripción de los presuntos delitos que podría haber cometido, pero que sí acarreará secuelas políticas. Si su figura ya estaba muerta políticamente, estos últimos acontecimientos han rematado su funeral. Si soñaba con volver al ruedo, ahora no tiene más remedio que quedarse en la barrera. Porque la única palestra en la que va a poder dar rienda suelta a su oratoria es en la de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de Valencia. Ese es quizá el único lugar donde aún pueda gozar de un poco de credibilidad. Veracidad, que pongo en duda, más que nada porque resulta paradójico que dé lecciones de justicia y Derecho alguien que presuntamente ha atentado contra las leyes. Aunque bueno, como se suele decir, hecha la Ley, hecha la trampa. Quizá por eso los presidiarios estudien la jurisprudencia durante su estancia entre rejas…

 

Esta es la historia de un hombre que estaba en el cielo, y ahora va de culo, cuesta abajo y sin frenos hacia el infierno del olvido. Él que se creía inviolable, él que lo tenía todo, él que era un ejemplo para todos los políticos de su partido, es ignorado por aquellos mismos que hace no tanto tiempo le dedicaban vítores y alabanzas. Apoyos que, con el paso del tiempo, se han tornado en espaldarazos, elogios que se han convertido en indiferencias. Como demuestra la actitud de Rajoy, que ha pasado de decirle a Camps palabras del estilo de “Yo creo en ti, creo en lo que haces y estaré a tu lado, detrás de ti o delante” a desconocer su actual afiliación al Partido Popular. Reniega de su persona por miedo a que le salpiquen los acontecimientos, aprecia demasiado La Moncloa y el poder como para sacrificarse y que se descubra la verdad. La realidad de que el Partido Popular es un entramado jerárquico corrupto desde la gaviota hasta M. Rajoy. Más vale cortar la cabeza a un turco a que ruede la suya propia.

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