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JORGE BRUGOS Lunes, 04 de Diciembre de 2017

Echávarri: Dimisión o desazón

Cuando mis quehaceres diarios me lo permiten, me gusta vivir in situ, al más puro estilo Sergio Sampedro, los plenos del Ayuntamiento de Alicante. Una sesión plenaria, la del pasado jueves, que se avecinaba angustiosa, o al menos para el señor Gabriel Echávarri.

 

Un Alcalde, que como comentó un amigo que me acompañó a la cita, no paraba de palpar su lampiña cabeza. Quizá fruto del nerviosismo y la incertidumbre que ocasionan el hecho de estar imputado. Investigación, como se dice actualmente en el argot judicial, que debe producir al regidor grandes noches de insomnio y preocupación. Cada día que pasa puede ser un día menos en esta pesadilla, o, por el contrario, si el destino, o, mejor dicho, la justicia no le sonríen, una jornada menos para que su cabeza entre en prisión.

 

Y digo esto, porque a día de hoy, Gabriel Echávarri, es inocente. Así lo dice la presunción de inocencia, algo elemental en Derecho. Hasta que no se demuestre de forma clara e irrefutable que el Alcalde es culpable, nadie puede tomarse la justicia por su mano. Presunción de inocencia, que puede que le libre de la culpabilidad, pero no lo hará de la sospecha. Desconfianza que no debe rondar en un cargo público, y mucho menos en el Alcalde de Alicante. Del mismo modo que por aquel entonces este pedía la dimisión de algunos ediles Populares por sus imputaciones, este debe hacer lo propio y renunciar a su cargo.

 

No me gustan las dobles varas de medir. Estas representan la antítesis de la justicia. El Alcalde no solo debe dimitir por la ciudad de Alicante o por su partido, sino también por su propio orgullo y dignidad. En su mano está ser recordado como el Alcalde que pese a estar imputado, se aferró al cargo y no levantó el pandero de la poltrona o el hombre coherente que apechugó con las consecuencias de sus presuntos actos, y dimitió.

 

Si no he escrito antes sobre el Alcalde, no es solo porque la actualidad sobre Cataluña se come cualquiera de las opiniones, sino también porque quería esperar para comprobar la evolución de los acontecimientos. Iluso de mí, tenía esperanzas en que el Alcalde fuera valiente y dimitiera. Pero me he llevado un chasco, no solo no ha dimitido, sino que bloquea en las redes sociales a cualquiera que pide su dimisión. Silencia a los Pepitos grillos que a través del mundo virtual le animan a dejar el cargo. Su conciencia se manifiesta en forma de Tweet, de comentario en una foto de Instagram… Huyendo del remordimiento, coarta cualquier tipo de critica que no le gusta. No quiere escuchar a su conciencia, quizá por eso se toca tanto la cabeza, para calmarla, para intentar que su pesar se torne en sosiego.

 

Tranquilidad, que solo hallara, si hace lo correcto. La solución a su desazón es la dimisión. Y si, rima. No es casualidad. En el caso de Echávarri, todo va unido. Únicamente encontrara la paz si dimite y abandona el consistorio con la cabeza alta. Porque de momento no es corrupto, la justicia no ha dictaminado nada al respecto. Pero esta si ha manifestado que existen sospechas sobre él. Suposiciones que no deben recaer sobre ningún cargo público. Y más teniendo en cuenta que él pedía dimisiones a sus rivales políticos cuando estos se encontraban en la misma situación que él. Con la decisión que tome no solo está en juego su valentía, sino su coherencia. Congruencia que no ha demostrado tener.

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