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ENRIQUE VILA
ENRIQUE VILA Sábado, 28 de Enero de 2017

Punto, juego, set y partido

Melbourne, sábado 28 de enero, 23 hs., hora local (la del aperitivo en la piel de toro). Complejo deportivo Parque de Melbourne. Ochenta y cinco kilos de fibra y músculo (algo menos cuando todo acabe), se recortan contra la media luz que ilumina la puerta de acceso a la pista central y miran con fingido desinterés desde su metro ochenta y cinco, casi sin ver, el corredor de la Gloria. Ya lo conoce, lo ha recorrido muchas veces pero la memoria le lleva ocho años atrás. Ha llovido mucho (menos en Levante) desde aquel 1 de febrero de 2009 en que cargado de nervios, bolsa al hombro y con bastante más pelo lo atravesaba para batirse con (jamás contra) Rogelio. Una suave sonrisa a lo Da Vinci, que Bruce (Willis) quisiera, tuerce su boca y le marca un hoyuelo en la mejilla. Nunca le ha importado el rival, uno u otro le es indiferente, pero batirse de nuevo con él, con Rogelio, es especial, muy especial. Confía en repetir la hazaña. Sabe que puede y esa es la premisa, solo puedes si crees que puedes. No sabe jugar de otro modo, no entiende hacerlo de otra forma.

 

Ambos se conocen bien, se admiran, se respetan y temen deportivamente, sólo deportivamente. Tenerse enfrente es garantía recíproca de entrega hasta el agotamiento (un poco más quizá) hasta la extenuación; de corrección y limpieza; de justicia y amor al deporte que les ha dado todo y que el tiempo, el maldito e imparable tiempo, amenaza con arrebatarles.

 

Franquea el pasillo siguiendo innecesarias luces de emergencia. Lo conoce bien, podría hacerlo a oscuras sin tropezar, parándose por respeto ante la inmensa pista central, arena del anfiteatro reservada para gladiadores como ellos, veteranos curtidos, heridos, caídos y alzados. Pasea la mirada por toda ella y se pregunta cómo se verá desde las localidades más económicas situadas casi en el barrio de al lado. Si gana y le quedan fuerzas, intentará hacerles llegar de un raquetazo alguna bola de recuerdo, se lo merecen más que nadie.

 

Anda despacio por el ring, quería verlo vacío antes de que las cámaras graben cualquier gesto y situación, antes de que decenas de miles de ojos le observen allí y millones en sus casas. Es el momento de pensar, mañana será el de trabajar concentrado únicamente en darlo todo, en no dejarse nada en la bolsa. Vamos, lo de siempre. Mañana Xisca estará como siempre sufriendo en la grada. Pobrecilla, cuánto me gustaría regalarle una victoria, piensa para sí y otra medio sonrisa se le dibuja en la boca, pero claro, Rogelio querrá lo mismo para Mirka y sus hijos, lamentablemente no hay dos primeros, deberíamos plantearnos jugar de pareja en dobles. Algún día tengo que proponérselo pero, si acaso, a partir del lunes.

 

Casi puede oír sus pensamientos ante el sepulcral silencio. ¡Cuánta paz¡. Casi dan ganas de velar armas toda la noche sumido en meditación a lo templario ante la batalla. La espada su raqueta, el escudo su ánimo, y la fe en la victoria el espíritu y cota de malla que le protege y ha de llevarle, si Dios quiere, a alcanzar de nuevo el Olimpo. Un poco de soledad buscada siempre viene bien.

 

¿Soledad?, eso pensaba pero algo le dice, sin verlo, que no es así. Ni un ruido, ni un destello, nada que permita asegurarlo, pero hay alguien más, lo intuye.

 

- Hello. Anyone over there. (Hola, ¿hay alguien ahí?.- para políticos monoglotas).

 

- Alza un poco la voz.

 

- Yes, it´s me (Sí, soy yo.- para los mismos de antes). Responde una voz familiar y conocida.

 

De la tercera fila, donde la escasa luz no alcanza, se levanta unan figura una miaja (según el sistema métrico decimal) más alta, casi dos centímetros, y del mismo peso. Delgado, serio y tranquilo, Rogelio se deja ver y anda despacio hacia Rafa.

 

- Qué haces aquí.- le dice Rafa en inglés. Deberías dormir, mañana creo que tienes un partido complicado.- Mientras, la tercera mueca aparece.

 

- Lo mismo que tu, supongo. Pensando y disfrutando de la paz que mañana no tendremos. Y, por cierto, el partido complicado lo tienes tu, creo que tu rival es un hueso.

 

Ambos se miran y entienden la broma tantas veces repetida.

 

- Estaba cavilando, lo bonito que sería regalarle a Mirka, a Lenny y las niñas otro Gran Slam. A los treinta y cinco no sé cuántos, o si, me quedan, además Andy, Novak, Milos, Stan y el resto están intratables

 

- Pues sí que es verdad.

 

- ¿El qué, que sería bonito o que están intratables?

 

-Nada de eso. Que estabas haciendo lo mismo que yo. Con treinta y la carrera de problemas que arrastro no sé cuántas oportunidades tendré de darle esa alegría a Xisca, Toni y los demás. Siento no poder complacerte.

 

- ¿Qué tal tu rodilla?, por lo que he visto bastante mejor, ¿no?

 

- Casi recuperada del todo gracias a Mirka. Me ha hecho subir y bajar de los Alpes andando, forzando recuperación y músculo, no sé las veces y siempre conmigo. Cuando te gane mañana, será ella la responsable. ¿Y tu mano? No quisiera aprovecharme de unm lisiado.

 

- Ni te preocupes, suficiente para acabar con un anciano.

 

Pasa un ángel con su molesto y eterno silencio. Ambos permanecen sentados en sus asientos, espalda doblada hacia delante, codos en las rodillas, manos entrelazadas y mirada en la pista. Casi sincronizados doblan el cuello y se miran a los ojos por un segundo. Sobran las palabras, cada uno conoce lo que pasa por la mente del otro. Están felices de enfrentarse una vez más y las que hagan falta. Aquí, en Paris, Londres, Nueva York, Roma, Pekin o en la Luna fuera necesario.

 

- Creo que es hora de irse a dormir, mañana tengo lío a primera hora.- Dice Rafa.

 

- Sí, será lo mejor, yo también tengo faena, tengo clase de tenis temprano.- Le responde Rogelio.

 

- Jajaja.- No llegues tarde. ¿Quieres que te despierte?, ¿Necesitas un reloj? Suizo.

 

- Muy bueno. Gracias, pero no hace falta salvo que sea para decirme que te retiras.

 

- Aunque quisiera no puedo, no sé qué significa eso, soy español.

 

- Pues entonces, buenas noches y buena suerte mañana Rafa, será un placer ganarte o perder contigo.

 

- Lo mismo te digo Rogelio, buenas noches y buena suerte.

 

Con parsimonia, echando un ojo atrás antes de embocar el pasillo de vuelta, dos Señores, dos Caballeros, dos luchadores se despiden procurando dejar la mente en blanco. La dejan descansar antes de que tenga que emplearse a fondo, contentos de haber llegado allí por encima de dificultades, críticas y desconfianzas y de que, pase lo que pase, quien se lleve la Gloria sea uno de ellos.

 

Gracias, de corazón, a los dos.

 

* Enrique Vila es abogado. Fundador del despacho Romiel y Vila Abogados

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