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ENRIQUE VILA
ENRIQUE VILA Martes, 03 de Noviembre de 2015

Jalogüin y alrededores

Ya está aquí, ya llegó otro año más. Dejar pasar la oportunidad de cambiar de aspecto, transformarse en alguien diferente y olvidar, por unas horas, la rutina diaria bajo la impunidad de un disfraz terrorífico es algo que nuestro carácter patrio adora. Es como ponerle delante un solomillo a un perro hambriento y pretender que lo respete. Si a eso añades el acompañamiento, por perjudicial que sean para la salud según La Organización Mundial del Susto (OMS), pues eso, que se quiten Luises Mejías y Juanes Tenorios, comendadores revividos y versos imborrables (“yo a los palacios subí, yo los claustros escalé, y en todas partes dejé memoria amarga de mí”). 

Y es que competir con el marketing americano está más abocado a la derrota que la resistencia de los 300, la defensa de Numancia, el sitio de Zaragoza o la heroica gesta de los últimos de Filipinas. Por cierto, ante la sequía argumental jolibudiense extraña que estas hazañas no hayan sido elevadas a los altares de la gran pantalla para mundial veneración. Pero esa, esa es otra historia y la envidia es muy pero que muy mala. Tanto es así que la tradicional celebración irlandesa es comúnmente considerada de origen norteamericano aunque no faltan eruditos voceros que sitúan su comienzo en el Baix Ampurdá, amparándose en textos apócrifos de los también catalanes Aristóteles, Escipión (el Africano claro) Copérnico, Cristobal Colón Jr.,y el cuñado por vía materna de Leonardo (Di Caprio no Da Vinci).

Impagables estudios al respecto, patrocinados por las instituciones públicas de la zona y encargados a independientes y objetivas empresas de familiares directos justifican, sobradamente, la carencia de fondos para atender necesidades más triviales y secundarias para el pueblo como sanidad, vivienda o educación. Coincidiendo con esta elegante, arraigada y entrañable Fiesta de Jalogüin, la referida OMS ha hecho público un sesudo estudio que está destinado a ser la revelación del siglo si no la del milenio. Cráneos privilegiados de todo el mundo, esos que ocupaban en clase la primera fila y negaban los apuntes a quienes cuidábamos de la cantina (hoy gastro-bar) mientras perfeccionábamos la técnica del mus, tute o mentiroso, han concluido que ponerse como el tenazas a carne roja no es, del todo, saludable. Así como que hartarse de salchichas, hamburguesas, panceta, tocino, chicharrones, lechazo y derivados, también resulta, como poco, arriesgado para la salud.

Toda una revelación que modificará las costumbres gastronómicas del lugar haciéndonos recapacitar y provocando que, si el chuletón de buey apetecido es de kilo y medio, no pase ahora del kilo en aras a mantener una salud con la que, sin sospecharlo, andábamos jugando a la ruleta rusa. Este estudio viene además avalado por la asociación mundial de estados rancios, en inglés Vintage Estates General Asociated Nations Organitation (VEGANO), cuya sede en Nueva York se ubica en el famoso barrio de Brocoli, desde el que llevan años reivindicando la supremacía de la coliflor y la lombarda frente a todas estas toxinas rumiantes. Y es que vivimos tiempos convulsos en los que nada resulta ser como aprendimos algunos en nuestra tierna juventud mientras admirábamos a Humprey (se le sospechan raíces ilerdenses) echar humo sin mesura, a Clint Eastwood (de apellido real Martorell) cruzar un desierto para entrar en la tasca (bistro) y pedir un guisky con que saciar la sed o a James y Henry (Steward y Fonda) cenarse un filete casi crudo de media vaca acompañado de bourbon como regentes de un simpático club social (de reconocida mala reputación) en Cheyene. Cosas veredes Sancho que non crederes.

 

*Enrique Vila es abogado. Fundador del despacho Romiel y Vila Abogados

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