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ENRIQUE VILA
ENRIQUE VILA Lunes, 15 de Junio de 2015

¡Atención población!

Aburrido del triste espectáculo que, en masa y sin excepciones, están dando nuestros “honorables” dirigentes y comprobado que a ninguno de ellos interesó mi anterior razonamiento sobre la materia, ni en el centro ni en la periferia, considero mucho más útil e interesante advertir a la población en general sobre un fenómeno alarmante que poco a poco nos invade y amenaza con arrasar nuestro modo de vida y costumbres. Se trata de la visita de unos seres de apariencia similar a la nuestra y que, por tanto, se han debido de desarrollar en condiciones climáticas, atmosféricas, de gravedad y presión parecidas pero no idénticas.

Suelen ir uniformados de prendas ajustadas y de vivos o incluso chillones colores y dominan la cuarta dimensión ideada por Einstein, el espacio-tiempo. Es más frecuente verlos a la salida y puesta de sol, aunque no extraña tampoco que durante el resto del día aparezcan en lugares insólitos y hay quien asegura haberse cruzado con ellos entrada la noche. Obviamente, este dominio del espacio-tiempo provoca que tales testimonios no hayan podido ser contrastados. Dicha habilidad les hace ser difícilmente distinguibles, pues cuando crees haberlos visto inmediatamente te han sobrepasado y desaparecen en la distancia. Suelen ir en grupos de cuatro o cinco y cuentan con miembros de ambos géneros.

También es normal verlos en grupos más numerosos como centurias romanas que, por cierto, se componían de ochenta hombres con lo que se ahorraban veinte sueldos seguramente ingresados en las cuentas de algún tribuno hijo de senador enchufado en las legiones (lo que confirmaría la ascendencia ibérica de más de un patricio), aunque también se baraja la teoría de que se denominaban así para confundir al enemigo sobre sus efectivos o por capricho de algún humorista romano que pretendía molestar a la posteridad, pero esa, como en “Irma la Dulce”, esa es otra historia. Alguna veces, no muchas, se ha visto a uno de estos seres sin compañía de sus semejantes y con extraños aparatos en sus orejas y se supone que están preparándose para ingresar en las filas de las compañías comentadas e incluso tienen descendencia, pues también hay quien asegura haber avistado parejas de ellos empujando carritos de niños revestidos de los colores vistosos que les caracterizan. Si se topara con ellos lo más importante es no cruzarse en su camino, pues este control del espacio-tiempo les hace moverse a una velocidad diferente al resto y podría provocar serios accidentes o conflictos interculturales y, de momento, se han manifestado pacíficos pero es clara su superioridad como raza ante la que el común de los mortales no tendríamos la más mínima oportunidad.

Por último advertir de que son portadores de un virus que se propaga a la misma velocidad con la que se mueven, contagiando a vecinos, familiares y compañeros de trabajo (no siendo inmunes a él los cuñados) que, en poco tiempo, se adhieren a sus filas y pasan a integrar parte de su colectivo renegando de la naturaleza tranquila y pausada que abandera nuestra naturaleza y mucho más la del español medio. Aunque se les conocen varios nombres a lo largo del tiempo que hemos venido coexistiendo, últimamente los entendidos y estudiosos en la materia los han calificado como “runners”, palabra que les define mucho mejor, ¡donde va a parar¡, que “corredores” o cualquier otra que la lengua castellana sea capaz de idear en su corta existencia.

Obviamente, la dolencia tiene distintos grados de manifestación, siendo el más liviano el llamado “síndrome de la vuelta a la manzana”, pasando por otros agravados y llegando a fases de difícil recuperación de necesario tratamiento. Luego no digan que no están advertidos. (Con todo cariño y respeto hacia este deporte que no soy capaz de practicar)

 

*Enrique Vila es abogado. Fundador del despacho Romiel y Vila Abogados

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