A todo o nada

No sé si creéis en las intuiciones y los presentimientos, esa especie de "señales" que de vez en cuando nos dan pistas sobre el camino a seguir -o deberían hacerlo-. Pues yo tengo una de esas señales que es una constante casi matemática: uña rota = fracaso sentimental. Como que 2 + 2 son 4. Y las matemáticas no fallan, tampoco esta última vez. Por casualidad, hace como unos tres meses volvió a entrar en mi vida un chico al que ya conocía. Uno de ésos que no es un mamarracho de tupé ni un bello princeso que se convierte en sapo, como muchos de los ejemplares que pueblan Castaños.

Por eso, aunque rompía la promesa que me hice de no volver a caer, decidí "seguirle el juego" y contestar a su primer whats; por eso y porque me gustaba. Y sin querer me fui ilusionando. Su sonrisa, sus conversaciones, su simpatía, su entusiasmo, su confianza, sus detalles, sus mensajes de "qué tal va el día?"... eran pompas de jabón, tan bellas como frágiles, que me hacían flotar y elevarme por el aire. En esto, se me rompió una uña, en concreto la del pulgar derecho (la de los pulgares son las peores, os lo digo), pero lo ignoré. Sabía que me equivocaba al hacerlo, igual que cuando estás de fiesta, te pides otro chupito más y te lo bebes de golpe, aun sabiendo que a la mañana siguiente te arrepentirás. Bajé la guardia, me dejé llevar, me arriesgué y aposté. Y lo hice a todo o nada porque, aunque no sea la mejor jugada en esto de los sentimientos, es la mía. No sé -ni quiero- hacerlo de otra manera, que camino de los 34 años no voy a aprender.

Pasó lo que tenía que pasar: las pompas se fueron explotando. Aún me resistí un poco más, antes de rendirme a la "evidencia" que ya me anunció mi uña. Dejé pasar días y dar espacio, espacio y tiempo, haciendo malabares para que a la vez recordara que yo seguía ahí. No sé si fue mejor o peor, sé lo que él me dijo, que estaba muy a gusto conmigo y le apetecía seguir viéndonos, pero que pasaba por un momento difícil y no se planteaba ninguna relación y bla, bla, bla. Que no es que no le entienda, es que no sé estar con alguien a medias, necesito saber que vamos a algún lado, despacio, paso a paso, pero que vamos hacia delante -o al menos esa es la intención-, porque si no es así, no tiene sentido. Con la edad, conoces tus limitaciones y yo he aprendido que no sirvo para ser la "folla-amiga" de nadie, ni puedo ni quiero serlo.

Además, creo que si hay lo que tiene que haber entre dos personas, las circunstancias no importan o importan poco. Que sí, que tendría que haber nacido en el XIX. Y sí, me sobran dosis de emoción y pasión, las mismas que me faltan de paciencia; ¡me la han puesto tantas veces a prueba que ya se ha agotado! Así que hice lo único que podía hacer: acabarlo, casi antes de empezar, y cortar de raíz. Ilusa de mí, esperé una reacción repentina, como en las películas, cuando el/la prota en el último momento corre al aeropuerto para darle un beso e impedir que se aleje, o se queda sentad@ en su portal horas y horas hasta que aparece el/la otr@ para decirle que lo siente. La verdad es que con un whats me hubiera bastado.

No llegó (ya sabéis, la uña y que esto es la vida real). Entonces supe que era el momento de devolver el vestido que iba a estrenar en nuestra próxima cita. Menos mal que no tiré el ticket. Pero ¿qué hago con la desilusión, la decepción, la tristeza y la vergüenza de haber caído otra vez en mi fantasía? ¿Dónde meto los abrazos y besos que no nos daremos, los pequeños planes y veladas especiales que nunca compartiremos...? Ésos vienen sin ticket, me los tengo que quedar. Y en mi armario ya no caben, que está lleno, a reventar.