Día Martes, 30 de Diciembre de 2025
En la noche oscura del alma
Ya falta poco para el día de difuntos (de todos los santos) y esa especie de carnaval que hemos importado de los países anglosajones llamado Halloween. Aprovechando el juego que dan las fechas, me gustaría hablar un poco sobre los procesos de duelo post-fallecimiento y algunas cosas que como sociedad todavía no hemos acabado de asimilar.
En primer lugar, todavía hay muchas personas que pretenden que sus allegados en proceso de duelo no se sientan mal, cuando lo saludable es precisamente que el dolor se exprese, se comparta, se llore, se grite o se patee el suelo. Aún peor que sentir dolor es “no sentir”, hacer una negación, sobrecargarse de actividades o enmascarar con fármacos un proceso humano normal. La magnitud del dolor tras la muerte sólo puede compararse a la magnitud de amor que se tuvo en vida a esa persona. Otro desacierto frecuente es el mensaje de “un clavo saca otro clavo” que de forma sutil (y a veces explícita) se suele oír en casos de muerte de un bebé o cuando una persona joven enviuda. La realidad es muy distinta: las relaciones son únicas e insustituibles. Hasta que el proceso de duelo no ha finalizado, ni siquiera la mayor de las alegrías va a hacer que el dolor desaparezca. Son variables en ejes distintos. Los tiempos y ritmos del duelo también son distintos a los tiempos que en la actualidad corren de altas velocidades y wifis “supersónicos”.
El duelo es un proceso lento, un transitar por una “noche oscura del alma” (como decía San Juan de la Cruz) en la que no valen atajos. No es infrecuente que muchos pacientes nos cuenten en las consultas que han experimentado sensaciones de dolor, incomprensión o aislamiento cuando alguien les ha dicho: “tienes que superarlo ya” o “¿aún estás así?”. Expresar dolor no significa tocar fondo o estar destrozado, ni desde luego es algo patológico. Lo patológico en muchas ocasiones es precisamente mostrar una entereza forzada o artificial que los comentarios de muchas personas suelen reforzar y sobrevalorar con frases como “qué serenidad”, “qué fuerte que es” o “qué bien está”. Otras veces esa “entereza” se debe a que todavía no hemos superado la fase de shock y esto no es algo que la persona decide hacer o no, ni tiene nada que ver con lo la fuerza.
Enmascarar el dolor manteniéndose “hiper”-ocupado es un desacierto más en la medida en que un duelo sano transcurre tratando de aprender a hacer lo que antes hacía pero ahora sin la persona fallecida, más que inventando una vida llena de cambios, completamente nueva o sin tiempo para poder sentir. Y para el final uno de mis desaciertos favoritos. Deberíamos desterrar la frase “el tiempo lo cura todo” para estos contextos y reservarla a otros más apropiados como por ejemplo cuando pierdo el autobús. Un duelo es mucho más que eso y no se cura sólo con tiempo, sino con lo que uno hace durante ese tiempo. Poder expresar el propio dolor sin que censuren mis palabras será fundamental en todo momento.



















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